Padre,
Tú que me has llamado al desierto para hablarme al corazón,
Tú, contra quien he luchado y me has vencido,
haz que tenga el valor de dejarme amar por Ti,
de dejarme contemplar por Tu mirada penetrante y creadora.
Ven a mí con el fuego de tu Espíritu Santo.
Configúrame con tu Hijo Jesucristo en los misterios de su historia
de encarnación, muerte y resurrección.
Que me lleve a la frescura de las fuentes
donde descanse mi cansancio y mi dolor.
Que tu Espíritu me inunde de escucha acogedora
como hizo un día en la Virgen Madre María.
Entonces sabré que estoy en Ti y Tú estás en mí con tu Hijo.
Amén ¡Aleluya!
31 oct 2011
26 oct 2011
Lo que encontré en mi primera misa
Allí estaba yo, de incógnito: un ministro protestante de paisano, deslizándome al fondo de una capilla católica de Milwaukee para presenciar mi primera Misa. Me había llevado hasta allí la curiosidad, y todavía no estaba seguro de que fuera una curiosidad sana. Estudiando los escritos de los primeros cristianos había encontrado incontables referencias a «la liturgia», «la Eucaristía», «el sacrificio». Para aquellos primeros cristianos, la Biblia, el libro que yo amaba por encima de todo, era incomprensible si se la separaba del acontecimiento que los católicos de hoy llamaban « la Misa».
Quería entender a los primeros cristianos; pero no tenía ninguna experiencia de la liturgia. Así que me convencí para ir y ver, como si se tratara de un ejercicio académico, pero prometiéndome continuamente que ni me arrodillaría, ni tomaría parte en ninguna idolatría.
Me senté en la penumbra, en un banco de la parte de más atrás de aquella cripta. Delante de mí había un buen número de fieles, hombres y mujeres de todas las edades. Me impresionaron sus genuflexiones y su aparente concentración en la oración. Entonces sonó una campana y todos se pusieron de pie mientras el sacerdote aparecía por una puerta junto al altar.
Inseguro de mí mismo, me quedé sentado. Como evangélico calvinista, se me había preparado durante años para creer que la Misa era el mayor sacrilegio que un hombre podría cometer. La Misa, me habían enseñado, era un ritual que pretendía «volver a sacrificar a Jesucristo». Así que permanecería como mero observador. Me quedaría sentado, con mi Biblia abierta junto a mí.
Sin embargo, a medida que avanzaba la Misa, algo me golpeaba. La Biblia ya no estaba junto a mí. Estaba delante de mí: ¡en las palabras de la Misa! Una línea era de Isaías, otra de los Salmos, otra de Pablo. La experiencia fue sobrecogedora. Quería interrumpir a cada momento y gritar: «Eh, ¿puedo explicar en qué sitio de la Escritura sale eso? ¡Esto es fantástico!» Aún mantenía mi posición de observador. Permanecía al margen hasta que oí al sacerdote pronunciar las palabras de la consagración: «Esto es mi Cuerpo... éste es el cáliz de mi Sangre».
Sentí entonces que toda mi duda se esfumaba. Mientras veía al sacerdote alzar la blanca hostia, sentí que surgía de mi corazón una plegaria como un susurro: «¡Señor mío y Dios mío. Realmente eres tú!»
Desde ese momento, era lo que se podría llamar un caso perdido. No podía imaginar mayor emoción que la que habían obrado en mí esas palabras. La experiencia se intensificó un momento después, cuando oí a la comunidad recitar: «Cordero de Dios... Cordero de Dios... Cordero de Dios», y al sacerdote responder: «Éste es el Cordero de Dios...», mientras levantaba la hostia.
En menos de un minuto, la frase «Cordero de Dios» había sonado cuatro veces. Con muchos años de estudio de la Biblia, sabía inmediatamente dónde me encontraba. Estaba en el libro del Apocalipsis, donde a Jesús se le llama Cordero no menos de veintiocho veces en veintidós capítulos. Estaba en la fiesta de bodas que describe San Juan al final del último libro de la Biblia.
Estaba ante el trono celestial, donde Jesús es aclamado eternamente como Cordero. No estaba preparado para esto, sin embargo...: ¡estaba en Misa!
Scott Hahn
La cena del Cordero
23 oct 2011
Oración por la sanación interior
te ruego que cures los traumas que provocan turbaciones en mi corazón;
te ruego, en especial que cures aquellos que son causa de pecado.
Te pido que entres en mi vida, que me cures de los traumas psíquicos que me han afectado en tierna edad y de aquellas heridas que me los han provocado a lo largo de toda la vida.
Señor Jesús, tú conoces mis problemas, los pongo todos en tu Corazón de Buen Pastor.
Te ruego, en virtud de aquella gran llaga abierta en tu Corazón, que cures las pequeñas heridas que hay en el mío.
Cura las heridas de mis recuerdos, a fin de que nada de cuanto me ha acaecido me haga permanecer en el dolor, en la angustia, en la preocupación.
Cura, Señor, todas esas heridas íntimas que son causa de enfermedades físicas.
Yo te ofrezco mi corazón, acéptalo, Señor, purifícalo y dame los sentimientos de tu Corazón divino. Ayúdame a ser humilde y benigno.
Concédeme, Señor, la curación del dolor que me oprime por la muerte de las personas queridas.
Haz que pueda recuperar la paz y la alegría por la certeza de que Tú eres la Resurrección y la Vida.
Hazme testigo auténtico de tu Resurrección, de tu victoria sobre el pecado y la muerte, de tu presencia viviente entre nosotros.
Amén
Gabriele Amorth
http://www.catholicosonline.com/Gabriel-Amorth-Habla-Un-Exorcista.pdf
17 oct 2011
Un Jesús más
Caminos de luz, de María Tarruella |
Corazón de mi Jesús, concédeme que yo me esfuerce hoy en verte en cada persona... para respetarla más, para obedecerla mejor, para quererla más rectamente, para servirla con más gusto..... para perdonarla más generosamente...
y en mi ocupación ... para hacerla en paz y ordenadamente, más por agradarte a Ti que a mí.
Concédeme también parecerme a Ti hoy un poquito más que ayer... en mi buena cara, en mi palabra serena, en mi mirada limpia,...
Si haces esto cada vez que comulgues... y durante el día te preguntas:
Jesús mío, ¿en qué te prometí hoy verte y parecerme a Ti?
... te dispones para que, el día menos pensado, cualquiera de los que te tratan, en vez de llamarte por tu nombre, te llame
..... Jesús.....
y, lo que es mejor, que el ángel de tu guarda, te presente en el cielo con esta consigna:
¡Un Jesús más!!!!
15 oct 2011
¿Qué mandáis hacer de mi?, de Teresa de Jesús
Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?
Soberana Majestad,
Eterna sabiduría,
Bondad buena al alma mía,
Dios, alteza, un ser, bondad,
La gran vileza mirad
Que hoy os canta amor así.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Bondad buena al alma mía,
Dios, alteza, un ser, bondad,
La gran vileza mirad
Que hoy os canta amor así.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Vuestra soy, pues me criasteis;
Vuestra, pues me redimisteis;
Vuestra, pues que me sufristeis;
Vuestra, pues que me llamasteis;
Vuestra, pues me conservasteis;
Vuestra, pues no me perdí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Veis aquí mi corazón,
Yo le pongo en vuestra palma
Mi cuerpo, mi vida y alma,
Mis entrañas y afición;
Dulce Esposo y redención,
Pues por vuestra me ofrecí
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme muerte, dadme vida:
Dad salud o enfermedad,
Honra o deshonra me dad,
Dadme guerra o paz cumplida,
Flaqueza o fuerza a mi vida,
Que a todo digo que sí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Dadme riqueza o pobreza,
Dadme consuelo o desconsuelo,
Dadme alegría o tristeza,
Dadme infierno o dadme cielo,
Vida dulce, sol sin velo,
Pues del todo me rendí.
¿Qué mandáis hacer de mí?
Si queréis que este holgando,
Quiero por amor holgar,
Si me mandáis trabajar,
Morir quiero trabajando.
Decid, dónde, cómo y cuándo.
Decid, dulce Amor, decid.
¿Qué mandáis hacer de mí?
13 oct 2011
Mi Dios es frágil
Mi Dios es frágil.
Es de mi raza.
Y yo de la suya.
El es un hombre y yo casi Dios.
Para que yo pudiera saborear la divinidad, El amó mi barro.
A mi Dios lo hizo frágil el amor.
Mi Dios conoció la alegría humana, la amistad, el gozo de la tierra y de sus cosas.
Mi Dios tuvo hambre y sueño y se cansó.
Mi Dios fue sensible.
Mi Dios se irritó, fue pasional.
Y fue dulce como un niño.
Mi Dios tembló ante la muerte.
Mi Dios se alimentó de los pechos de una madre y sintió y bebió toda la ternura femenina.
No amó nunca el dolor, no fue nunca amigo de la enfermedad.
Por eso curó a los enfermos.
Mi Dios sufrió el destierro..
fue perseguido y aclamado.
Amó todo lo humano mi Dios, las cosas y los hombres, el pan y a la mujer, a los buenos y a los pecadores.
Mi Dios fue un hombre de su tiempo.
Vistió como todos, habló el dialecto de su tierra, trabajó con sus manos, gritó como los profetas.
Mi Dios fue débil con los débiles y severo con los soberbios.
Murió joven por ser sincero.
Lo mataron porque lo traicionaba la verdad en sus ojos.
Pero mi Dios murió sin odiar.
Murió excusando, que es más que perdonando.
Mi Dios es frágil.
Mi Dios rompió la vieja moral del "diente por diente", de la venganza mezquina para inaugurar la frontera de un amor y de una violencia totalmente nuevos.
Mi Dios, tirado en el surco, aplastado contra la tierra, traicionado, abandonado, incomprendido, siguió amando.
Por eso mi Dios venció a la muerte.
Y brotó con un fruto nuevo entre sus manos, la resurrección.
Por eso estamos resucitando todos los hombres y todas las cosas.
Es difícil para muchos mi Dios frágil, mi Dios que llora, mi Dios que no se defiende.
Es difícil mi Dios abandonado de Dios.
Mi Dios que debe morir para triunfar.
Mi Dios que hace de un ladrón y criminal el primer santo canonizado de su Iglesia.
Mi Dios joven que muere acusado de agitador político..
Mi Dios sacerdote y profeta que sube a la muerte como la primera vergüenza de todas las inquisiciones religiosas de la historia.
Es difícil mi Dios frágil, amigo de la vida, mi Dios que sufrió el mordisco de todas las tentaciones, mi Dios que sudó sangre antes de aceptar la voluntad del Padre.
Es difícil este Dios, este mi Dios frágil, para quienes creen que solo se triunfa venciendo, para quienes creen que solo se defiende matando, para quienes "salvación" es sinónimo de esfuerzo y no de regalo, para quienes lo humano es pecado, para quienes santo es igual a estoico y Cristo igual a ángel.
Es difícil mi Dios frágil para quienes siguen soñando con un Dios que no se parezca a los hombres.
Juan Arias
10 oct 2011
Oración por los enfermos, por intercesión del Padre Pío
Santo Padre Pío, ya que durante tu vida terrena mostraste un gran amor por los enfermos y afligidos, escucha nuestros ruegos e intercede ante el Padre misericordioso por los que sufren.
Asiste desde el cielo a todos los enfermos del mundo; sostiene a quienes han perdido toda esperanza de curación;
consuela a quienes gritan o lloran por sus tremendos dolores;
protege a quienes no pueden atenderse o medicarse por falta de recursos materiales o ignorancia;
alienta a quienes no pueden reposar porque deben trabajar;
vigila a quienes buscan en la cama una posición menos dolorosa;
acompaña a quienes pasan las noches insomnes;
visita a quienes ven que la enfermedad frustra sus proyectos;
alumbra a quienes pasan una "noche oscura" y desesperan;
toca los miembros y músculos que han perdido movilidad;
ilumina a quienes ven tambalear su fe y se sienten atacados por dudas que los atormentan;
apacigua a quienes se impacientan viendo que no mejoran;
calma a quienes se estremecen por dolores y calambres;
concede paciencia, humildad y constancia a quienes se rehabilitan;
devuelve la paz y la alegría a quienes se llenaron de angustia;
disminuye los padecimientos de los más débiles y ancianos;
vela junto al lecho de los que perdieron el conocimiento;
guía a los moribundos al gozo eterno;
conduce a los que más lo necesitan al encuentro con Dios;
y bendice abundantemente a quienes los asisten en su dolor, los consuelan en su angustia y los protegen con caridad. Amén.
La Santa Misa, explicada por S Pío de Pieltrecina
Testimonio del P. Derobert, hijo espiritual del Padre Pío
Él me había explicado poco después de mi ordenación sacerdotal que celebrando la Eucaristía había que poner en paralelo la cronología de la Misa y la de la Pasión.
Se trataba de comprender y de darse cuenta, en primer lugar, de que el sacerdote en el Altar es Jesucristo. Desde ese momento Jesús en su Sacerdote, revive indefinidamente la Pasión.
Desde la señal de la cruz inicial hasta el ofertorio (cuando el sacerdote, tras las preces, presenta el pan y el vino que van a consagrarse) es necesario reunirse con Jesús en Getsemaní, hay que seguir a Jesús en su agonía, sufriendo ante esta "marea negra" de pecado. Hay que unirse a él en el dolor de ver que la Palabra del Padre, que él había venido a traernos, no sería recibida o sería recibida muy mal por los hombres. Y desde esta óptica había que escuchar las lecturas de la misa como estando dirigidas personalmente a nosotros.
El Ofertorio, es el arresto. La Hora ha llegado...
El Prefacio, es el canto de alabanza y de agradecimiento que Jesús dirige al Padre que le ha permitido llegar por fin a esta "Hora". (El prefacio comienza con "realmente es justo y necesario..." es una invitación a dar gracias y alabar a Dios por toda la historia de salvación que nos concede)
Desde el comienzo de la Plegaria Eucarística hasta la Consagración nos encontramos ¡rápidamente! con Jesús en la prisión, en su atroz flagelación, su coronación de espinas y su camino de la cruz por las callejuelas de Jerusalén teniendo presento en el "momento" a todos los que están allí y a todos aquellos por los que pedimos especialmente.
La Consagración nos da el Cuerpo entregado ahora, la Sangre derramada ahora. Es místicamente, la crucifixión del Señor. Y por eso el San Pío de Pietrelcina sufría atrozmente en este momento de la Misa.
Nos reunimos enseguida con Jesús en la Cruz y ofrecemos desde este instante, al Padre, el Sacrificio Redentor. Es el sentido de la oración litúrgica que sigue inmediatamente a la Consagración.
El "Por él, con él y en él" corresponde al grito de Jesús: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu". Desde ese momento el Sacrificio es consumado y aceptado por el Padre. Los hombres en adelante ya no están separados de Dios y se vuelven a encontrar unidos. Es la razón por la que, en este momento, se recita la oración de todos los hijos: "Padre Nuestro....."
La fracción del Pan marca la muerte de Jesús..... (el sacerdote parte la Hostia en dos)
La intinción, el instante en el que el Padre, habiendo quebrado la Hostia (símbolo de la muerte...) deja caer una partícula del Cuerpo de Cristo en el Cáliz de la preciosa Sangre, marca el momento de la Resurrección, pues el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo y es a Cristo vivo a quien vamos a recibir en la comunión.
La bendición final del Sacerdote marca a los fieles con la cruz, como signo distintivo y a la vez como escudo protector contra las astucias del Maligno....
Se comprenderá que después de haber oído de la boca del P. Pío tal explicación, sabiendo bien que él vivía dolorosamente esto, me haya pedido seguirle por este camino...lo que hago cada día...¡y con cuánta alegría!.
Él me había explicado poco después de mi ordenación sacerdotal que celebrando la Eucaristía había que poner en paralelo la cronología de la Misa y la de la Pasión.
Se trataba de comprender y de darse cuenta, en primer lugar, de que el sacerdote en el Altar es Jesucristo. Desde ese momento Jesús en su Sacerdote, revive indefinidamente la Pasión.
Desde la señal de la cruz inicial hasta el ofertorio (cuando el sacerdote, tras las preces, presenta el pan y el vino que van a consagrarse) es necesario reunirse con Jesús en Getsemaní, hay que seguir a Jesús en su agonía, sufriendo ante esta "marea negra" de pecado. Hay que unirse a él en el dolor de ver que la Palabra del Padre, que él había venido a traernos, no sería recibida o sería recibida muy mal por los hombres. Y desde esta óptica había que escuchar las lecturas de la misa como estando dirigidas personalmente a nosotros.
El Ofertorio, es el arresto. La Hora ha llegado...
El Prefacio, es el canto de alabanza y de agradecimiento que Jesús dirige al Padre que le ha permitido llegar por fin a esta "Hora". (El prefacio comienza con "realmente es justo y necesario..." es una invitación a dar gracias y alabar a Dios por toda la historia de salvación que nos concede)
Desde el comienzo de la Plegaria Eucarística hasta la Consagración nos encontramos ¡rápidamente! con Jesús en la prisión, en su atroz flagelación, su coronación de espinas y su camino de la cruz por las callejuelas de Jerusalén teniendo presento en el "momento" a todos los que están allí y a todos aquellos por los que pedimos especialmente.
La Consagración nos da el Cuerpo entregado ahora, la Sangre derramada ahora. Es místicamente, la crucifixión del Señor. Y por eso el San Pío de Pietrelcina sufría atrozmente en este momento de la Misa.
Nos reunimos enseguida con Jesús en la Cruz y ofrecemos desde este instante, al Padre, el Sacrificio Redentor. Es el sentido de la oración litúrgica que sigue inmediatamente a la Consagración.
El "Por él, con él y en él" corresponde al grito de Jesús: "Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu". Desde ese momento el Sacrificio es consumado y aceptado por el Padre. Los hombres en adelante ya no están separados de Dios y se vuelven a encontrar unidos. Es la razón por la que, en este momento, se recita la oración de todos los hijos: "Padre Nuestro....."
La fracción del Pan marca la muerte de Jesús..... (el sacerdote parte la Hostia en dos)
La intinción, el instante en el que el Padre, habiendo quebrado la Hostia (símbolo de la muerte...) deja caer una partícula del Cuerpo de Cristo en el Cáliz de la preciosa Sangre, marca el momento de la Resurrección, pues el Cuerpo y la Sangre se reúnen de nuevo y es a Cristo vivo a quien vamos a recibir en la comunión.
La bendición final del Sacerdote marca a los fieles con la cruz, como signo distintivo y a la vez como escudo protector contra las astucias del Maligno....
Se comprenderá que después de haber oído de la boca del P. Pío tal explicación, sabiendo bien que él vivía dolorosamente esto, me haya pedido seguirle por este camino...lo que hago cada día...¡y con cuánta alegría!.
6 oct 2011
La imagen de Mamá en Alta Gracia: reportaje para la TV
Marta María y Marian, de la familia orante en Alta Gracia, son entrevistadas para la televisión local. En este reportaje que os compartimos nos explican lo que está pasando en la Gruta de Lourdes.
Marta María: ".....lo que se ve no tiene explicación racional.
Marian: "Cada uno ve distinto según su fe".
Unidos en la oración con nuestra familia de la Gruta, a los pies de Mamá.
4 oct 2011
En la Gruta los corazones se llenan del calor de Dios
Si, es así, se sienten tantas cosas, tantos "calorcitos" cada vez que en silencio cierro los ojos, esté donde esté.
Ayer nuestra querida Mamá me dijo "a laburar" y yo que últimamente miraba de afuera, de 15.00 a 17.30 hs quedé con todos los peregrinos yo solita.
Y antes que ni me animaba siquiera a hablar entre 3 personas, estuve todo ese tiempo rezando junto a los peregrinos.
Impresionante como Ella nos va guiando y enseñando y acompañando y que genial mi paz y tranquilidad al transmitir todo lo que tengo adentro.
Y los peregrinos cuando se van, como agradecen, como les cambia la mirada que tienen al entrar, al salir.
Como les decía ayer, además de llevarse cada uno su foto, para llevar la imagen a nuestras casas, llevensé la certeza del amor de María , que nos cuida, nos espera y nos ama, esté donde esté.
Marian
3 oct 2011
A Cristo en la cruz clavado
Delante de la cruz, los ojos míos
quédenseme, Señor, así mirando
y sin ellos quererlo estén llorando
porque pecaron mucho y están fríos.
Y estos labios que dicen mis desvíos,
quédenseme, Señor, así cantando,
y sin ellos querer estén rezando
porque pecaron mucho y son impíos.
Y así con la mirada en vos prendida
y así con la palabra prisionera,
como la carne a vuestra cruz asida
quédeseme, Señor, el alma entera
así clavada en vuestra cruz mi vida,
Señor, así cuando queráis me muera.
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