27 de noviembre, Virgen de la Medalla Milagrosa
140, Rue du Bac en París.
Allí estuvo la Virgen.
Este es el lugar exacto donde la Madre de Dios se
apareció a una joven novicia de 24 años, Catalina Labouré, en la noche del 18 al
19 de julio de 1830. Catalina fue despertada en medio de la noche por un niño de
unos cinco años que le invitó a seguirle hasta la capilla del convento de las
Hijas de la Caridad. ¡Allí estaba la Virgen María! Con gran confianza Catalina
se arrodilló a los pies de la Virgen y apoyó sus manos sobre las rodillas de
ésta.
La Virgen le habló de las calamidades que pronto caerían sobre Francia y
sobre todo el mundo: el trono sería derrocado; el arzobispo de París, fusilado;
la cruz pisoteada, y la sangre correría por las calles… La Virgen aconsejó a la
santa que acudiese siempre a los pies del Sagrario, donde encontraría fuerza y
consuelo en las dificultades. ¡María, nuestra Madre, siempre nos
cuida!
Más adelante, en otra
aparición, la Virgen le mostró unos rayos que salían de sus manos y le explicó a
Catalina que son “son símbolo de las gracias que concedo a cuantos me las
piden”. Esta imagen de la Virgen María con lo rayos es hasta hoy en día muy
conocida.
Pero estas apariciones son
sobretodo famosas por la célebre “medalla milagrosa” a la que San Maiximiliano
Kolbe, San Josemaría Escrivá o Madre Teresa tuvieron gran devoción y propagaron
por todo el mundo. Efectivamente, la misma Virgen encargó a Catalina que se
acuñaran medallas según el modelo que ella le mostraba… En mayo de 1832 se
distribuyeron las primeras. Y muy pronto se habló de múltiples curaciones y
conversiones, entre ellas la del fanático agnóstico y
anticatólico Alphonse
Ratisbone (hoy santo) . La medalla se convirtió en un
signo de renovación mariana y evangélica.
En la medalla, alrededor de
la figura de la Virgen, se leen estas palabras: “iOh María, sin pecado
concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!” Son una petición a la
Virgen y una declaración de que Ella fue concebida sin mancha de pecado
original. En efecto, en 1854, Pio IX declararía el dogma de la Inmaculada
Concepción de María. Y en Lourdes, cuando en 1858 de le preguntaron a Bernadita
cómo era la Señora que había visto en la cueva, ella contestó que era “la de la
Medalla”, que ella misma llevaba colgada de su cuello. La Medalla Milagrosa
también encierra toda la riqueza de María. La Virgen, aplastando la cabeza de la
serpiente infernal y aureolada de aquellas letras de oro, aparece como
Inmaculada. Los rayos que salen de los anillos de sus dedos, nos dicen que es
Virgen poderosa y medianera de todas las gracias que Dios manda al mundo por
medio de Ella. La M, junto a la Cruz, nos manifiesta que es Corredentora. Los
dos Corazones son, además del símbolo del amor de Cristo por los hombres y del
de su Madre, hecha Madre nuestra, el resumen de la devoción los Sagrados
Corazones. Finalmente, las doce estrellas que la rodean, nos enseñan que Ella es
Reina.
Además el Consejo de Europa
convocó en 1950 un concurso para diseñar su bandera común. El artista Arsène
Heitz, de Estrasburgo, que estaba leyendo la historia de las apariciones de la
Rue de Bac, en París, se sintió inspirado a utilizar los símbolos de la corona
de doce estrellas (Ap 12,1) y el fondo azul, con los que se representa el
misterio de la Purísima Concepción. Esta bandera fue aprobada por el Consejo el
día de la Inmaculada de 1955.
¡Quien ama a María, tiene el
Cielo ganado, y ya vive el una parte de Cielo aquí en la tierra…!
“iOh María, sin pecado
concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!”