Hola a todos.
He vuelto de Fátima, donde he experimentado Pentecostés. Y lo digo así
porque realmente eso ha sucedido. En la procesión de las antorchas que
cierra el rezo del Rosario, formé parte de ese suave río de almas que iba
fluyendo tras nuestra Mamá María. Una más, como una gota en el río, era yo.
En mi mano, una vela encendida con un olor maravilloso. Cerré los ojos y
continué caminando sin ningún miedo a caerme, absolutamente transportada por
la corriente. ¡Cuánta fe! ¡Cuánto amor en ese río! La imagen de la Virgen de
Fátima, tan pequeñita, era mecida por el amor de cuantos la rodeábamos. ...Y
me acordé de vosotros. Pensé "estamos todos aquí".
Así que, querida familia, ya sabéis: la noche de Pentecostés habéis estado
todos en Fátima sin saberlo. Oré por todos y presenté las intenciones a
nuestra Madre, en ese lugar donde quiso amarnos en 3 niños pequeños. Para
entenderlo, tienes que hacerte niño. Si vives Fátima como un niño/a, ¡te
sientes en los brazos de María! ¡pero de verdad!
Un abrazo a todos y todas, uno a uno. Siempre unidos en la oración.
Pilar Muñoz, de Cáceres
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