La santidad es algo imposible al hombre solo. No así a quien se entrega a la Virgen y le deja a Ella hacer.
Busco andar por el caminito de Santa Teresita. Y es que lo pequeño, pequeño es. Pero ser fiel en lo pequeño, es cosa grande. Y ahora sólo hago cosas pequeñitas. Mi caminito es subir bajando. Y esa cumbre se alcanza descendiendo.
Para aspirar a la santidad es preciso creer que nuestra nada, pequeñez y miseria son los escalones imprescindibles para bajar hasta esa cumbre, que solemos poner en la altura y, por el contrario, se encuentra bajando.
Digamos a Jesús crucificado: "No te sientas solo y abandonado en nuestro corazón; toma toda mi miseria, lo único mío que te puedo ofrecer, y toma toda la miseria humana. Preséntala al Padre de las Misericordias y dile en mi nombre y en nombre de todo el género humano que nos perdone, porque no sabemos lo que hacemos. Y te lo pido refugiándome en los brazos de la Madre que me entregas desde la cruz. Ella te mira, calla y llora".
Cuando te sientas incapaz de amar a la Virgen como se merece, déjale a Cristo que vive en ti amar a su Madre y descansa tranquilo. Has complacido a ambos.
La Virgen es esperanza nuestra porque allí donde aparece Ella inmediatamente está Jesús.
La santidad está siempre más abajo. Búscarla en lo pequeño, en el último lugar, en lo que el mundo desprecia, es cosa grande. A Dios no se sube sino bajando.
Abelardo de Armas
Milicia de Santa María
Me encanta esta reflexión de subir bajando. Hubo un tiempo en que la santidad era para almas grandes, inalcanzable para los que no lo somos. Ahora he visto que es posible para aquellos incluso que somo pecadores, porque las propias miserias, pueden ser un peldaño que nos alcanza hasta Dios.
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