Al final del camino, estás Tú.
Quizá no lo pienso muy a menudo,
pero sé que mi camino en este mundo,
y el camino de todos mis hermanos y hermanas,
hombres y mujeres de todo lugar,
terminará en tus brazos de Padre y Madre,
en tu vida eterna, definitiva.
Y Tú enjugarás las lágrimas de todos los ojos,
y no habrá ya penas, ni llanto, ni dolor,
y la muerte no existirá,
y todo será nuevo.
Señor Dios, Padre y Madre de todos:
gracias porque Tú estás siempre a nuestro lado,
y nos sostienes en todo momento,
y nos enseñas a amar.
Y gracias, porque al final de todo nos esperas,
en tu hogar abierto,
en tu amor sin fin,
en ese cielo luminoso
en el que sé que yo tengo un lugar,
en el que sé que todos tenemos un lugar.
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