24 jun 2011

Pensamientos de Edith Stein

"Una mujer fue la puerta a través de la cual Dios entró en la humanidad." 
"En la Sagrada Escritura encontramos pocas palabras de la Virgen, pero son como granos de oro puro: si los fundimos con el fuego de una amorosa contemplación, serán suficientes para irradiar sobre toda nuestra vida el esplendor luminoso de las virtudes de María."
"La imagen pura de la esencia femenina está ante nuestra vista en la Inmaculada, la Virgen, que estaba llena del Espíritu Santo, el templo en el que Él había levantado su morada y había depositado la plenitud de la gracia, todos sus dones. Ella no quería ser otra cosa sino la Sierva del Señor, la puerta por la que Él podía entrar en la humanidad: pues no por sí misma, sino por su ‘dulce vástago’ debía ella devolvernos la salvación perdida."

 MARÍA, ESPOSA DEL ESPÍRITU SANTO

Tú, dulce Espíritu, que todo bien creas, Tú, la paz de mi alma, luz y fuerza, omnipotencia del amor eterno, ¡oh! muéstrate a mí en visible forma.

Allá en el Jordán el Hijo del hombre se mostró, su cabeza divina en profunda humildad inclinó, entonces Tú viniste, sobreabundancia de toda pureza, bajo la forma luminosa de una paloma ligera.

Los discípulos te oyeron en la brama de la tormenta, la casa tiembla por los impetuosos silbidos; sobre sus cabezas titilan como lenguas de fuego, tu fuego de amor domina el corazón.
Pero Tú creaste una fiel imagen, purísima flor de la creación, divina y mansa. En un rostro humano, celeste, claro, se revela la plenitud de tu luz.

En sus ojos resplandecen ascuas de amor, e infunde frescor como de cristalina agua. Su sonrisa es esplendor de alegría feliz que cual bálsamo se vuelca sobre el corazón herido.

Con mano maternal y dulcemente conduce, con la fuerza de tu fuerza, a su hijo. Donde sus pies pisan florece y reverdece, y el resplandor del Cielo ilumina la naturaleza.

La brillante gloria de la plenitud de gracia la ha elegido desde la eternidad para el Trono, y a través de ella fluye hacia la tierra y todo don viene de sus manos.

Como esposa está unida a Ti indisolublemente ¡Oh, dulce Espíritu! Yo te he encontrado. Tú me revelas la luz de tu divinidad, clara resplandeciente, en el rostro de María.


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