25 nov 2011

Si quisiéramos, podríamos ser santos


La virtud..., Dios..., la vida interior, ¡qué difícil me parecía vivir eso!
Ahora no es que yo tenga virtud, ni mis conocimientos de Dios y vida de espíritu estén, completamente claros, pero he visto que a eso se llega sin complicaciones, sin retorcimientos, sin aguda filosofía, sin dificultades técnicas. He visto que a Dios se llega precisamente por todo lo contrario. Se le llega a conocer por la simplicidad del corazón y por la sencillez. Un acto de amor no tiene ninguna dificultad... Lo verdaderamente difícil es el querer conocer a Dios escudriñando sus misterios.
Por lo primero llegamos a Dios, por lo segundo no.

Virtud..., ¡ah!, eso es para santos... Algo dificultoso de practicar. Sí, efectivamente..., pero para tener virtud no hace falta estudiar una carrera, ni dedicarse a profundos estudios... Basta el acto simple de querer; basta, a veces, la sencilla voluntad.


¿Por qué, pues, a veces no tenemos virtud? Porque no somos sencillos; porque nos complicamos nuestros deseos; porque todo lo queremos nos lo hace difícil nuestra poca voluntad, que se deja llevar de lo que agrada, de lo cómodo, de lo innecesario y, muchas veces, de las pasiones. No tenemos virtud, no porque sea difícil, sino porque no queremos.
No tenemos paciencia..., porque no queremos.
No tenemos templanza..., porque no queremos.

No tenemos castidad, por lo mismo.

Si quisiéramos seríamos santos..., y es mucho más difícil ser ingeniero, que ser santo.
¡Si tuviéramos fe!

22 nov 2011

Jesús, yo confío en Ti


¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida?
Cuando hayas hecho todo lo que esté en tus manos para tratar de solucionarlos, déjame el resto a Mí.
Si te abandonas en Mí, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios.
No te desesperes, no me dirijas una oración agitada como si quisieras exigirme el cumplimiento de tu deseo.
Cierra los ojos del alma y dime con calma: Jesús, yo confío en Ti.
Evita las preocupaciones y angustias, y los pensamientos sobre lo que pueda suceder después.
No estropees mis planes queriéndome imponer tus ideas. Déjame ser Dios y actuar con libertad.
Abandónate confiadamente en Mí. Reposa en Mí y deja en mis manos tu futuro.
Dime frecuentemente: Jesús, yo confío en Ti.
Y no seas como el paciente que le pide al médico que lo cure pero le sugiere el modo de hacerlo.
Déjate llevar en mis manos.
No tengas miedo… Yo te amo.
Si crees que las cosas empeoraron, o se complican a pesar de tu oración, sigue confiando, cierra los ojos del alma y confía.
Continúa diciéndome a todas horas: Jesús, yo confío en Ti.
Necesito las manos libres para obrar.
No me ates con tus preocupaciones inútiles.
Confía solo en Mí, abandónate en Mí. Así que no te preocupes, echa en Mí todas las angustias y duerme tranquilamente.
Dime siempre: Jesús, yo confío en Ti.
Y verás grandes milagros, te lo prometo por mi amor.

17 nov 2011

Reflexión sobre la cruz, de Edith Stein

La visión del mundo en que vivimos, la necesidad, la miseria y el abismo de la maldad humana sirven para atenuar siempre de nuevo el gozo de la victoria de la luz. La humanidad lucha todavía en el barro y aún es pequeño el rebaño que ha logrado ponerse a salvo en las más altas cimas del monte. La batalla entre Cristo y el Anticristo todavía no se ha dirimido. En esta batalla los seguidores de Cristo tienen su puesto. Y su arma principal es la Cruz.
Nowa Huta - David López Ribes

¿Cómo se puede comprender esto? El peso de la Cruz, que Cristo ha cargado, es la corrupción de la naturaleza humana con todas sus consecuencias de pecado y sufrimiento, con las cuales es castigada la humanidad caída. El regreso de la humanidad liberada al corazón del Padre celeste y el estado de hijos adoptivos es un don gratuito de la gracia, del amor omnimisericordioso. Pero ello no puede suceder a costa de la santidad y justicia divinas. La totalidad de las culpas humanas, desde la primera caída hasta el día del juicio, tiene que ser borrada por una expiación equivalente. Las tres caídas de Cristo bajo el peso de la Cruz corresponden a la triple caída de la humanidad: el pecado original, el rechazo del Redentor por su pueblo elegido y, la apostasía de aquellos que llevan el nombre de cristianos.
El Salvador no está solo en el camino de la Cruz y no son sólo enemigos los que le acosan, sino también hombres que le apoyan:
como modelo de los seguidores de la cruz de todos los tiempos tenemos a la Madre de Dios;
como tipo de aquellos que asumen el peso del sufrimiento impuesto y soportándolo reciben su bendición, tenemos a Simón de Cirene;
como representante de aquellos que aman y se sienten impulsados a servir al Señor esta Verónica.
Cualquiera que a lo largo del tiempo haya aceptado un duro destino en memoria del Salvador sufriente, o haya asumido libremente sobre sí la expiación del pecado, ha expiado, en parte, el inmenso peso de la culpa de la humanidad y ha ayudado con ello al Señor a llevar esta carga; o mejor dicho, es Cristo-Cabeza quien expía el pecado en estos miembros de su cuerpo místico que se ponen a disposición de su obra de redención en cuerpo y alma.
Podemos suponer que el pensamiento en estos fieles que le habrían seguido en el camino del dolor, fortaleció al Salvador en la noche del Monte de los Olivos. Y la fuerza de estos Cargadores de la Cruz viene en su ayuda después de cada caída.
No se trata, pues, de un recuerdo simplemente piadoso de los sufrimientos del Señor cuando alguien desea el sufrimiento. La expiación voluntaria es lo que nos une más profundamente y de un modo real y auténtico con el Señor. Y esa nace de una unión ya existente con Cristo. La naturaleza humana huye del sufrimiento. Y la búsqueda del sufrimiento como satisfacción perversa por el dolor es algo muy distinto de la voluntad de sufrir por expiación. No se trata de una aspiración espiritual, sino de un deseo sensible y no mejor que las otras pasiones, sino mucho peor por ir contra natura.

Sólo puede aspirar a la expiación quien tiene abiertos los ojos del espíritu al sentido sobrenatural de los acontecimientos del mundo; esto resulta posible solo en los hombres en los que habita el Espíritu de Cristo, que como miembros de la Cabeza encuentran en Él la vida, la fuerza, el sentido y la dirección.
Por otro lado la expiación une más íntimamente con Cristo, al igual que una comunidad se siente más íntimamente unida cuando realizan juntos un trabajo, o al igual que los miembros de un cuerpo se unifican cada vez más en el juego orgánico de sus funciones.

Así como el ser-uno con Cristo es nuestra beatitud y el progresar en llegar a ser-uno con Él es nuestra felicidad en la tierra, entonces el amor por la Cruz y la gozosa filiación divina no son contradictorios. Ayudar a Cristo a cargar con la Cruz proporciona una alegría fuerte y pura; y aquellos que pueden y deban, los constructores del Reino de Dios, son los auténticos hijos de Dios. De ahí que la preferencia por el camino de la Cruz no signifique que el Viernes Santo no haya sido superado y la obra de redención consumada.
Solamente los redimidos, los hijos de la gracia, pueden ser portadores de la Cruz de Cristo. El sufrimiento humano recibe fuerza expiatoria solo si está unido al sufrimiento de la cabeza divina. Sufrir y ser felices en el sufrimiento, estar en la tierra, recorrer los sucios y ásperos caminos de esta tierra y, con todo, reinar con Cristo a la derecha del Padre; con los hijos de este mundo reír y llorar; y con los coros de los ángeles cantar ininterrumpidamente alabanzas a Dios: ésta es la vida del cristiano hasta el día en que rompa el alba de la eternidad.

16 nov 2011

Oración a la Divina Misericordia

¡Oh Dios de gran misericordia!, bondad infinita, desde el abismo de su abatimiento, toda la humanidad implora hoy Tu misericordia, Tu compasión, ¡Oh Dios!; y clama con la potente voz de la desdicha.
¡Dios de Benevolencia, no desoigas la oración de este exilio terrenal! ¡Oh señor! Bondad que escapa nuestra comprensión, que conoces nuestra miseria a fondo y sabes que con nuestras fuerzas no podemos elevarnos a Ti, Te lo imploramos: Adelante con Tu gracia y continúa aumentando Tu misericordia en nosotros, para que podamos, fielmente, cumplir Tu santa voluntad, a lo largo de nuestra vida y a la hora de la muerte. Que la omnipotencia de tu misericordia nos escude de las flechas que arrojan los enemigos de nuestra salvación, para que con confianza, como hijos Tuyos, aguardemos la última venida (día que Tú solo sabes). Y esperamos obtener lo que Jesús nos prometió a pesar de nuestra mezquindad.
Porque Jesús es nuestra esperanza: A través de su Corazón misericordioso, como en el Reino de los Cielos.


Oh Dios, cuya Misericordia es infinita y cuyos tesoros de compasión no tienen límites, míranos con Tu favor y aumenta Tu Misericordia dentro de nosotros, para que en nuestras grandes ansiedades no desesperemos, sino que siempre, con gran confianza, nos conformemos con Tu Santa Voluntad, la cual es idéntica con Tu Misericordia, por Nuestro Señor Jesucristo, Rey de Misericordia, quien con Vos y el Espíritu Santo manifiesta Misericordia hacia nosotros por siempre.
Amén.

11 nov 2011

Súplica en el cansancio

Madre, vengo del tumulto de la vida.
El cansancio me invade todo mi ser.
Es tan difícil aceptar con paz todo
lo que sucede alrededor de uno durante
una jornada de trabajo y lucha... Las
cosas en las que habíamos depositado
tanta ilusión, decepcionan...
Las personas a las que queremos entregar
bondad, nos rechazan, Y aquellas otras
a las que acudimos en una necesidad,
intentan sacar provecho.

Por eso vengo a Tí, Oh Madre, porque
dentro de mí camina un niño inseguro,
pero junto a tí me siento fuerte y
confiado. Solo el pensar que tengo una
madre como tú, me dá ánimo. Me siento
apoyado en tu brazo y guiado por tu mano.
De esta manera, puedo con tranquilidad,
retomar el camino.

Renuévame por completo para que consiga ver lo hermoso de la vida.

Levántame para que pueda caminar sin miedo.
Dame tu mano para que acierte siempre con mi camino.

Dame tu bendición, para que mi presencia sea, en medio del mundo, un signo de tu bendición.
Amén.

P. Ignacio Larrañaga

10 nov 2011

Diez certezas en el camino de vivir agradeciendo


1. La serena certeza de que Dios me quiere con locura y siempre.
2. Vivo con el convencimiento de que todo lo puedo en Aquel que me conforta. Es mi sencilla fe.
3. Canto mientras voy de camino, la certeza de que Tú siempre has estado y estás ahí. Lo creo de verdad.
4. Nadie me podrá quitar tu amor, ni el peligro, ni la muerte, ni el dolor, nada. Es mi felicidad.
5. Tú eres lo mejor de mi vida, el seguro contra todos mis pecados y contra todos mis fracasos.
6. Tengo certeza absoluta en tu misericordia, tejida más por tu bondad que por mis cualidades, más de lo Tú me das que de lo que yo te ofrezco.
7. Creo que te atrae más mi barro que mis virtudes. Yo te lo doy todo.
8. No puedo dejar de reconocer que hasta ahora nunca me has fallado. Gracias por esto.
9. Un día descubrí, y estoy convencido de ello, que pones siempre pistas suficientes en el camino. ¿Cómo puedo agradecértelo?
10. El convencimiento más fuerte de mi vida es que cuánta más pobreza descubro en mi, más te lanzas a abrazarme. ¡Qué bueno eres!

9 nov 2011

No tengas miedo


No temas, porque yo estoy contigo,
no te inquietes, porque yo soy tu Dios;

yo te fortalezco y te ayudo,
yo te sostengo con mi mano victoriosa.

Porque yo, el Señor, soy tu Dios,
el que te sostengo de la mano derecha
y te digo: "No temas,
yo vengo en tu ayuda".

Recuerda, hijo, confía en mi
Yo siempre te daré lo mejor.

Isaías, 41, 10  13

7 nov 2011

Oración del convertido


¡Oh Dios, creador de todas las cosas!
Concédeme primero el Don de saber pedirte;
después, el de hacerme digno de ser escuchado,
y, finalmente, el de ser libre.

¡Escucha, escucha, escúchame!, oh Dios mío!,
Padre mío, causa mía, esperanza mía, posesión mía,
honor mío, mi casa, mi patria, mi salud,
mi luz y mi vida.

¡Escucha, escucha, escúchame!
De esa manera tuya, de tan pocos conocida.

Ya solo te amo a ti, solo te sigo a ti,
solo te busco a ti, y solo a ti estoy dispuesto
a servir, por que eres el único, que tiene derecho
a mandar, y a ti solo deseo pertenecer.



Dame órdenes, te lo ruego;
sí, mándame lo que quieras,
pero sáname antes y ábreme mis oídos
para que pueda oír tu voz.

Sana y abre mis ojos para que pueda ver
las indicaciones tu voluntad;
aparta de mí la ignorancia, para que te conozca.

Dime a donde tengo que mirar para verte,
y confío en que cumpliré fielmente
todo lo que me mandes.

Amén.

San Agustín

5 nov 2011

Credo del sufrimiento



CREO en el sufrimiento como en una elección y quiero hacer de cada latido un sí de correspondencia al amor.

CREO que el sacrificio es un telegrama a Dios con respuesta segura de Gracia.

CREO en la misión redentora del sufrimiento. Me acercaré a quien sufre como el relicario que guarda el "Lignunm-crucis" de la Pasión.
Doy un margen de fe al dolor en lo que tiene de poda necesaria y viviré en silencio mi hora de germinación, con la esperanza a punto.

CREO en la función útil de la soledad. Los pantanos se hacen en las afueras, para recoger la fuerza del agua y luego devolverla en luces y energía.

CREO que la acción y sacrificio cristianos se traban como la era y la lumbre de un cirio. Cuanto más pura es una inmolación tanto más resplandeciente su testimonio.

CREO que la inutilidad física revierte en provecho espiritual de todos. El arco iris de la Redención se tensa desde la inmovilidad de un niño hasta la invalidez que dan los clavos de una Cruz.
Daré a Dios los panes y los peces de mi corazón para que ÉL los convierta en milagro de salvación para todos.
Árbol de Dios, con raíces y ramas, viviré con las rodillas atornilladas y las manos metidas en las estrellas, encaramando nuestra savia y porteando hacia abajo la cosecha de la Gracia.

Manuel Lozano Garrido, Lolo

3 nov 2011

Dios existe, yo me lo encontré

André Frossard nació en Francia en 1915. Su padre fue el primer Secretario General del Partido Comunista Francés. André fue educado en un ateísmo total. Encontró la Fe a los veinte años, de un modo sorprendente, en una capilla del Barrio Latino de París, en la que entró ateo buscando a un amigo, y salió minutos más tarde absolutamente convertido.
Así describe lo que sucedió en esos pocos minutos:

Mi mirada pasa de la sombra a la luz, vuelve a la concurrencia sin traer ningún pensamiento, va de los fieles a las religiosas inmóviles, de las religiosas al altar: luego, ignoro por qué, se fija en el segundo cirio que arde a la izquierda de la cruz. No el primero, ni el tercero, el segundo. Entonces se desencadena, bruscamente, la serie de prodigios cuya inexorable violencia va a desmantelar en un instante el ser absurdo que soy y va a traer al mundo, deslumbrado, el niño que jamás he sido.

Antes que nada, me son sugeridas estas palabras: vida espiritual. No me son dichas, no las formo yo mismo, las escucho como si fuesen pronunciadas cerca de mí, en voz baja, por una persona que vería lo que yo no veo aún.
La última sílaba de este preludio murmurado, alcanza apenas en mí la orilla de lo consciente que comienza una avalancha al revés. No digo que el cielo se abre; no se abre, se eleva, se alza de pronto, fulguración silenciosa, de esta insospechada capilla en la que se encontraba milagrosamente incluido. ¿Cómo describir con estas palabras huidizas, que me niegan sus servicios y amenazan con interceptar mis pensamientos para depositarlos en el almacén de las quimeras?

El pintor a quien fuera dado entrever colores desconocidos, ¿con qué los pintaría? Es un cristal indestructible, de una transparencia infinita, de una luminosidad casi insostenible (un grado más me aniquilaría) y más bien azul; un mundo, un mundo distinto de un resplandor y de una densidad que despiden al nuestro a las sombras frágiles de los sueños incompletos.
Él es la realidad, Él es la verdad, la veo desde la ribera oscura donde aún estoy retenido. Hay un orden en el universo, y en su vértice, más allá de este velo de bruma resplandeciente, la evidencia de Dios; la evidencia hecha presencia y la evidencia hecha persona de Aquel mismo a quien yo habría negado un momento antes, a quien los cristianos llaman Padre nuestro, y del que me doy cuenta de que es dulce; con una dulzura semejante a ninguna otra, que no es la cualidad pasiva que se designa a veces con ese nombre, sino una dulzura activa que quiebra, que excede a toda violencia, capaz de hacer que estalle la piedra más dura y, más duro que la piedra, el corazón humano.

Su irrupción desplegada, plenaria, se acompaña de una alegría que no es sino la exultación del salvado, la alegría del náugrafo recogido a tiempo; con la diferencia, sin embargo, de que es en el momento en que soy izado hacia la salvación cuando tomo conciencia del lodo en que, sin saberlo, estaba hundido, y me pregunto, al verme aún con medio cuerpo atrapado por él, cómo he podido vivir allí, respirar allí.
Al mismo tiempo me ha sido dada una nueva familia, que es la Iglesia, que tiene a su cargo conducirme a donde haga falta que vaya; bien entendido que, a pesar de las apariencias, me queda alguna distancia que franquear y que no podría ser abolida más que por la inversión de la gravedad.

Todas estas sensaciones que me esfuerzo por traducir al lenguaje inadecuado de las ideas y de las imágenes son simultáneas, comprendidas unas en otras, y pasados los años no habré agotado el contenido. Todo está dominado por la presencia, más allá y a través de una inmensa asamblea, de Aquel cuyo nombre jamás podría escribir sin que me viniese el temor de herir su ternura, ante Quien tengo la dicha de ser un niño perdonado, que se despierta para saber que todo es regalo”.

Ha sido un momento breve. André sale a la calle con su amigo, que lo observa con preocupación. “¿Pero qué te pasa”? André responde: “Soy católico...” Willemin está atónito. André sigue: “apostólico y romano”. Willemin no comprende qué ha ocurrido, ve los ojos de André desorbitados, misteriosos.
André insiste: Dios existe, y todo es verdad”.

André Frossard
Dios existe, yo me lo encontré

2 nov 2011

Amo para amar


El amor basta por sí solo,
satisface por sí solo y por su propia causa.
Su mérito y su premio se identifican con él mismo.

El amor no requiere
otro motivo fuera de él mismo,
ni tampoco ningún provecho;
su fruto consiste en su misma práctica. 

Amo porque amo, amo para amar. 

Gran cosa es el amor,
con tal que se recurra
a su principio y origen,
con tal que vuelva siempre a su fuente
y emane de sí mismo.


Amar como Dios ama, en el abandono total, hasta el dolor, hasta las lágrimas.

1 nov 2011

¡Sólo Dios!


Qué dulce es vivir así, sólo con Dios dentro del corazón. Qué suavidad tan grande es verse lleno de Dios. Qué fácil debe ser morir así. Mi centro es Dios, y Dios crucificado.
Qué poco cuesta..., mejor dicho, nada cuesta, hacer lo que Él quiere, pues se ama su voluntad, y aun el dolor y el sufrimiento, es paz, pues se sufre por amor.
Sólo Dios llena el alma..., y la llena toda.
Qué bien se vive lejos de los hombres y cerca de Ti... Cuando oigo el ruido que arma el mundo; cuando veo el sol que inunda el campo e ilumina a los pájaros en libertad; cuando me acuerdo de los días felices que transcurrí en mi hogar..., cierro los ojos, los oídos y las voces del recuerdo y digo..., qué feliz es vivir con Cristo... Nada tengo y tengo a Cristo... Nada poseo ni deseo, y poseo y deseo a Cristo... De nada gozo y mi gozo es Cristo.
Y allá adentro en mi corazón, soy absolutamente feliz, aunque ésta no es la palabra que sirve para designar el estado de mi alma.
No me importan las criaturas, si éstas no me llevan a Dios. No quiero libertad, que a Dios no me conduzca. No quiero consuelos, gozos ni placeres, sólo quiero la soledad con Jesús, el amor a la Cruz y las lágrimas de la penitencia.

 Jesús mío, mi dulce amor, no permitas que me aparte de Ti.

Hermano Rafael