31 dic 2011

Consagración al Corazón de Jesús para el nuevo año

Corazón de Jesús que has manifestado a Santa Margarita María el deseo de reinar en la familia cristiana, venimos hoy a proclamarte tu realeza la más absoluta sobre la nuestra.
Queremos vivir en adelante de Tu vida.
Queremos hacer florecer en nuestro hogar las virtudes a las cuales prometiste la Paz aquí en la tierra.
Queremos desterrar lejos de nosotros el espíritu mundano que Tú maldijiste.
Reinarás en nuestra inteligencia por la sencillez de nuestra fé.
Reinarás en nuestros corazones por el amor sin límites en que arderán por Tí,
y cuya llama alimentaremos con la recepción frecuente de tu divina eucaristía.
Dígnate, ¡oh Divino Corazón!, presidir nuestras reuniones, bendecir nuestras empresas espirituales y temporales, ahuyentar nuestros pesares, santificar nuestras alegrías y aliviar nuestras penas.
Si alguno de nosotros tuviera la desgracia de afligirte, recuérdale, ¡oh Corazón de Jesús!, que eres bueno y misericordioso para el pecador arrepentido.
Y cuando la muerte venga a cubrirnos de luto, tanto los que partan como los que queden, estaremos sumisos a tus decretos eternos.
Nos consolaremos con el pensamiento de que llegará un día en que toda la familia reunida en el cielo cantará para siempre Tu gloria y Tus beneficios.
Dígnese el Corazón inmaculado de María y el glorioso patriarca San José, presentarte ésta consagración y recordárnosla todos los días de nuestra vida.

¡Viva el Corazón de Jesús,
nuestro Rey y nuestro Padre! ¡Viva!

Para el nuevo año 2012: Dios cuenta contigo

En un mundo necesitado de Dios, repleto de grandes deseos, quizá ocultos en el corazón, por miedo a no encontrar respuesta… Estamos urgidos a la FRATERNIDAD, donde todos vibramos por todos, donde nadie queda excluido, donde sencillamente nos hermanamos en Jesús, el Hijo de Dios.

Dios te escucha, espera y confía. Intenta descubrir la mano amiga que, sin tú saberlo, espera tenderla hacia ti, SÍ, quiere ayudarte. ES LO QUE VIVIMOS EN LA IGLESIA: queremos ayudar a TODOS… y en medio de nuestros fallos, algo hay que siempre vigila, LA ORACIÓN. Ésta nunca te faltará, porque hay muchas almas dedicadas a ello de por vida. Por experiencia lo puedo afirmar. No son palabras, son hechos, es vivencia, es un regalo que Dios concede a unos cuantos, entre esos cuantos… me encuentro yo, qué maravilla. Y nuestra vida para hacerle presente, para que no nos olvidemos de SU PRESENCIA, para REPARTIRLE A ÉL.
En este principio de año, a ti que lees estas líneas y a todos los hombres del mundo, os decimos: DIOS CUENTA CONTIGO, MUCHOS ESPERAN Y TE DICEN: ¡¡¡ TE ESTABA ESPERANDO, YA ERA HORA QUE ALGUIEN ME SACARA DE AQUÍ ¡!! Y resulta que ese alguien puedes ser tú… ANIMO.

Ahora saborea estas líneas, hazlas tuyas:
“Los gemidos de mi corazón eran como rugidos. Hay gemidos ocultos que nadie oye…. ¿y quién lo puede entender como no sea aquel a cuya vista y a cuyos oídos llegaron los gemidos?
Por eso dice que los gemidos de mi corazón eran como rugidos, porque los hombres, si por casualidad se paran a escuchar los gemidos de alguien, las más de las veces sólo oyen los gemidos exteriores; y en cambio no oyen los gemidos del corazón.
¿Y quién podrá interpretar la causa de sus gemidos?
Añade por ello: todo mi deseo está en tu presencia. Por tanto, no ante los hombres, que no son capaces de ver el corazón, sino que todo mi deseo está en tu presencia. Que tu deseo esté en su presencia; y el Padre, que ve en lo escondido, te atenderá…

TODO MI DESEO ESTÁ EN TU PRESENCIA. ¿Qué sucederá si delante de Dios está el deseo y no el gemido? Pero ¿cómo va a ocurrir esto, si el gemido es la voz del deseo?
Por eso añade el salmo: No se te ocultan mis gemidos. Para ti no están ocultos; sin embargo, para muchos hombres lo están. Algunas veces el humilde siervo de Dios afirma:
No se te ocultan mis gemidos.
De vez en cuando puede advertirse que también sonríe el siervo de Dios:
¿Puede acaso, por su risa, deducirse que murió en su corazón aquel deseo?
Si tu deseo está en tu interior también lo está el gemido; quizá el gemido no llega siempre a los oídos del hombre, pero jamás se aparta de los oídos de Dios”.
(San Agustín, salmo 37)

Monjas Mínimas de Daimiel

30 dic 2011

Oración a la Sagrada Familia

Señor Jesús:
Que viviste en familia con María y José.
Hoy quiero pedirte por mi familia,
para que te hagas presente en ella
y seas su Señor y Salvador.
Bendice a mis seres queridos con tu poder infinito.
Protégelos de todo mal y de todo peligro.
No permitas que nada ni nadie les haga daño
y dales salud en el cuerpo y en el alma.
Te necesitamos, Jesús, entre nosotros.
Llena nuestro hogar de tu paz, de tu alegría, de tu cariño.
Derrama tu amor para que sepamos dialogar,
entendernos, ayudarnos,
para que aprendamos a acompañarnos y a sostenernos
en el duro camino de la vida.
Danos pan y trabajo. Enséñanos a cuidar lo que tenemos
y a compartirlo con los demás.
Tómame a mí como instrumento, Jesús,
para que llegue a los míos tu luz y tu poder,
para que te conozcan y te amen cada día más.
Dame la palabra justa en el momento oportuno,
y enséñame lo que tengo que hacer
por ellos en cada momento.
También quiero darte gracias, Jesús, por mis seres queridos,
por los momentos hermosos que pasamos,
y por las cosas buenas que tenemos.
María, Mamá buena,
tu presencia también nos hace falta.
Que nunca nos falten tu ternura y tu protección.
Jesús, José y María,
preciosa comunidad de Nazaret,
ayudadnos a vivir en familia.
Amén.

27 dic 2011

Para irradiar a Cristo


Amado Señor,
Ayúdame a esparcir tu fragancia donde quiera que vaya.
Inunda mi alma de espíritu y vida.
Penetra y posee todo mi ser hasta tal punto que toda mi vida solo sea una emanación de la tuya.

Brilla a través de mí, y mora en mi de tal manera que todas las almas que entren en contacto conmigo puedan sentir tu presencia en mi alma.
Haz que me miren y ya no me vean a mí sino solamente a ti, oh Señor.
Quédate conmigo y entonces comenzaré a brillar como brillas Tú; a brillar para servir de luz a los demás a través de mí.
La luz, oh Señor, irradiará toda de Ti; no de mí; serás Tu, quien ilumine a los demás a través de mí.
Permíteme pues alabarte de la manera que más te gusta, brillando para quienes me rodean.

Haz que predique sin predicar, no con palabras sino con mi ejemplo, por la fuerza contagiosa, por la influencia de lo que hago, por la evidente plenitud del amor que te tiene mi corazón. Amén.


John Henry Newman

26 dic 2011

Desde la Gruta de Lourdes, en Alta Gracia, ¡Feliz Navidad!


Mensaje de Nuestra Madre en Medjugorje, 25 diciembre 2011

"¡Queridos hijos!
También hoy les traigo entre mis brazos a mi Hijo Jesús para que El les dé su Paz. Oren hijitos y testimonien para que en cada corazón prevalezca, no la paz humana sino la paz divina que nadie puede destruir. Esa es la paz del corazón que Dios da a aquellos que ama. Todos ustedes por medio del Bautismo son llamados y amados de manera especial, por eso, testimonien y oren para que sean mis manos extendidas en este mundo que anhela a Dios y la paz. Gracias por haber respondido a mi llamado."

25 dic 2011

Jesús ha nacido


Navidad 2011, de David López

 Te diré mi amor, Rey mío,
en la quietud de la tarde,
cuando se cierran los ojos
y los corazones se abren.

 Te diré mi amor, Rey mío,
con una mirada suave,
te lo diré contemplando
tu cuerpo que en pajas yace.

Te diré mi amor, Rey mío,
adorándote en la carne,
te lo diré con mis besos,
quizá con gotas de sangre.

Te diré mi amor, Rey mío,
con los hombres y los ángeles,
con el aliento del cielo
que espiran los animales.

Te diré mi amor, Rey mío,
con el amor de tu Madre,
con los labios de tu Esposa
y con la fe de tus mártires.


Te diré mi amor, Rey mío,
¡oh Dios del amor más grande!
¡Bendito en la Trinidad,
que has venido a nuestro valle! Amén.

23 dic 2011

Jesús bendice a los niños


¡Qué importante es el niño para Jesús! Se podría afirmar desde luego que el Evangelio está profundamente impregnado de la verdad sobre el niño. Incluso podría ser leído en su conjunto como el « Evangelio del niño ».
En efecto, ¿qué quiere decir: « Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los cielos »? ¿Acaso no pone Jesús al niño como modelo incluso para los adultos? En el niño hay algo que nunca puede faltar a quien quiere entrar en el Reino de los cielos. Al cielo van los que son sencillos como los niños, los que como ellos están llenos de entrega confiada y son ricos de bondad y puros. Sólo éstos pueden encontrar en Dios un Padre y llegar a ser, a su vez, gracias a Jesús, hijos de Dios.

¡Alabad el nombre del Señor! Los niños de todos los continentes, en la noche de Belén, miran con fe al Niño recién nacido y viven la gran alegría de la Navidad. Cantando en sus lenguas, alaban el nombre del Señor. De este modo se difunde por toda la tierra la sugestiva melodía de la Navidad. Son palabras tiernas y conmovedoras que resuenan en todas las lenguas humanas; es como un canto festivo que se eleva por toda la tierra y se une al de los Angeles, mensajeros de la gloria de Dios, sobre el portal de Belén: « Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres en quienes El se complace » (Lc 2, 14). El Hijo predilecto de Dios se presenta entre nosotros como un recién nacido; en torno a El los niños de todas las Naciones de la tierra sienten sobre sí mismos la mirada amorosa del Padre celestial y se alegran porque Dios los ama. El hombre no puede vivir sin amor. Está llamado a amar a Dios y al prójimo, pero para amar verdaderamente debe tener la certeza de que Dios lo quiere.

Os deseo unas fiestas gozosas y serenas; espero que en ellas viváis una experiencia más intensa del amor de vuestros padres, de los hermanos y hermanas, y de los demás miembros de vuestra familia. Que este amor se extienda después a toda vuestra comunidad, mejor aún, a todo el mundo, gracias a vosotros, queridos muchachos y niños. Así el amor llegará a quienes más lo necesitan, en especial a los que sufren y a los abandonados. ¿Qué alegría es mayor que el amor? ¿Qué alegría es más grande que la que tú, Jesús, pones en el corazón de los hombres, y particularmente de los niños, en Navidad?

¡Levanta tu mano, divino Niño, y bendice a estos pequeños amigos tuyos, bendice a los niños de toda la tierra!

Juan Pablo II

20 dic 2011

En tus brazos de Padre y de Madre

Al final del camino, estás Tú.
Quizá no lo pienso muy a menudo,
pero sé que mi camino en este mundo,
y el camino de todos mis hermanos y hermanas,
hombres y mujeres de todo lugar,
terminará en tus brazos de Padre y Madre,
en tu vida eterna, definitiva.

Y Tú enjugarás las lágrimas de todos los ojos,
y no habrá ya penas, ni llanto, ni dolor,
y la muerte no existirá,
y todo será nuevo.

Señor Dios, Padre y Madre de todos:
gracias porque Tú estás siempre a nuestro lado,
y nos sostienes en todo momento,
y nos enseñas a amar.

Y gracias, porque al final de todo nos esperas,
en tu hogar abierto,
en tu amor sin fin,
en ese cielo luminoso
en el que sé que yo tengo un lugar,
en el que sé que todos tenemos un lugar.

19 dic 2011

A la Virgen Niña


Dulcísima Niña María, radiante Aurora del Astro Rey, Jesús, escogida por Dios desde la eternidad para ser la Reina de los cielos, el consuelo de la tierra, la alegría de los ángeles, el templo y sagrario de la adorable Trinidad, la Madre de un Dios hecho Hombre; me tienes a tus plantas, oh infantil Princesa, contemplando los encantos de tu santa juventud.
En tu rostro bellísimo se refleja la sonrisa de la Divina Bondad, tus dulces labios se entreabren para decirme: "Confianza, paz y amor..."


¿Cómo no amarte, María, luz y consuelo de mi alma..., ya que te complaces en verte obsequiada y honrada en tu preciosa imagen de Reina niña? Yo me consagro a tu servicio con todo mi corazón. Te entrego, amable Reina, mi persona, mis intereses temporales y eternos.
Bendíceme Niña Inmaculada, bendice también y protege a todos los seres queridos de mi familia. Sé Tú, Infantil Soberana, la alegría, la dulce Reina de mi hogar, a fin de que por tu intercesión y tus encantos reine e impere en mi corazón y en todos los que amo, el dulcísimo Corazón de Jesús Sacramentado.
Amén.

18 dic 2011

De mi, sin Ti ¿qué sería, Madre?

Anunciación, de sor Natividad Dávoli
Monja mínima de Daimiel
“He aquí la razón por qué he de ser muy devota de María:
Primeramente por puro amor y desinteresado cariño ya que Ella es tan buena, pura y bella que es digna de ser amada por sí sola con infinito amor, digna de arrebatar el corazón todo con todos sus entusiasmos por la atracción de sus encantos y bondades maternales, por las tiernas y compasivas muestras de amor que Ella me da;
y en segundo lugar por justa gratitud, pues nadie se salva y libra de males sino por María y ninguno alcanza favores sino por María


“Entreguémonos por completo y con toda confianza a María sabiendo que su única ansia y finalidad es transformarnos en Jesús y hacer que le amemos y sirvamos con perfección. A ejemplo de Jesús entreguémonos por entero a María. Ella no nos quiere para sí sola. Si nos llamó para ser sus hijas de predilección fue para Jesús y para nosotras mismas, para Jesús en nosotras y en los demás”


“Dime Madre del alma cómo amas a Jesús para imitarte y quererle mucho y dar mi vida por El. Dime cómo haré para sumergirme y abismarme en su Corazón sagrado para no salir nunca de El y consumirme en ese fuego que abrasa su Corazón. No más ingratitudes, no más infidelidades que tanto te han hecho sufrir. Lejos de mí el mundo con todas sus riquezas y placeres y vanidades, quiero y es mi voluntad de ahora para siempre amarte cada día más y más hasta el infinito si pudiera ser”


"Sí, Madre mía, por ti me quiere santificar Jesús, así como El no quiso venir a mí sino por ti, del mismo modo quiere que yo vaya a El por tu medio. Cuántas gracias especiales le debo a Jesús que me concedió por tu medio.
De mí, sin Ti, ¿qué sería, Madre mía guapísima y queridísima?
Mira Madre que no tengo padres aquí en la tierra, soy huérfana puede decirse que no tengo quien me quiera. ¿Me dejarás tú también Madre mía? No, ya sé yo que Tú no me abandonarás nunca, Estrella de mi vida, sé que me llevarás a Jesús de la manecica como a una niña pequeña la conduce su madre y enseña a andar.
Así me enseñarás Tú a mí a andar, más bien, a correr por el camino de la perfección”


Sor Consuelo
Religiosa Mínima

13 dic 2011

Yo permaneceré contigo



La habitación más íntima del alma humana
es el lugar favorito de la Trinidad
su trono celestial en la tierra.
Para liberar este reino celestial de la mano del enemigo
el Hijo de Dios vino como el Hijo del Hombre
dio su sangre como el precio de la entrega.

En el corazón de Jesús, que fue atravesado,
el reino de la tierra y de los cielos se unen.
Aquí está para nosotros la fuente de la vida.

Este corazón es el corazón de la Divina Trinidad,
y el centro de todos los corazones humanos
que nos concede la vida de Dios.
Nos atrae hacia sí con poder secreto,
nos esconde en el seno del Padre
y nos inunda con el Espíritu Santo.

Este corazón, late por nosotros en un pequeño tabernáculo
donde permanece misteriosamente escondido
en esa quieta, blanca hostia.
Ése es tu trono real en la tierra, Oh Señor,
que visiblemente has erigido para nosotros
y te complaces cuando salgo a su encuentro.

Lleno de amor, Tú hundes tu mirada en la mía
y acercas tu oído a mis palabras silenciosas
y llenas de paz mi corazón.
Aún así tu amor no se satisface
con este intercambio que todavía podría conducir a la separación,
tu corazón requiere más.

Tú vienes a mí como alimento de la mañana en cada pausa cotidiana.
Tu carne y tu sangre se convierten en comida y bebida para mí
y algo maravilloso ocurre.
Tu cuerpo misteriosamente penetra el mío
y tu espíritu se une al mío:
no soy más lo que alguna vez fui.

Tú vas y vienes pero la semilla
que sembraste para futura gloria, permanece
enterrada en este cuerpo de polvo.
Un esplendor del cielo se queda en el alma,
un brillo profundo se queda en los ojos,
una elevación en el tono de voz
Ahí permanece el lazo que une un corazón al otro
el arroyo de vida que brota de la tuya
y anima a cada miembro.

¡Qué maravillosos son tus prodigios!
No podemos más que asombrarnos y balbucear y caer silenciosos
porque el intelecto y las palabras fracasan.

...Y yo permanezco contigo.

7 dic 2011

Para pedir un corazón virginal



Consérvame un corazón de niño, puro y transparente como una fuente.

Dame un corazón limpio que sepa amar sin exigir retorno.

Un corazón sencillo que en nadie se busque, y sólo en Dios encuentre.

Un corazón humilde, que acierte a ocultarse siempre sin pretender aparecer nunca.

Un corazón que sea cielo azul, sin nubes de sentimentalismo, sin nieblas de apegos humanos.

Un corazón libre y gozoso de desaparecer en otro Corazón, el de tu Hijo Divino.


Un corazón ilusionado con la conquista de almas, atormentado por la gloria de Jesucristo, llagado de su amor, con una herida que no se cure sino en el cielo.

Un corazón virginal suspirando siempre:
"Descubre Tu presencia,
y máteme Tu vista y hermosura,
mira que la dolencia de amor que no se cura
sino con la presencia y la figura".

P. Tomás Morales.
Milicia de Santa María

5 dic 2011

No llores si me amas.


¡Si conocieras el don de Dios y lo que es el Cielo!
¡Si pudieras oir el cántico de los Ángeles y verme en medio de ellos!
¡Si pudieras ver desarrollarse ante tus ojos los horizontes, los campos eternos y los nuevos senderos que atravieso!
¡Si por un instante pudieras contemplar, como yo, la belleza ante la cual todas las bellezas palidecen!

¡Cómo! ¿Tú me has visto, me has amado en el país de las sombras y no te resignas a verme y amarme en el país de las inmutables realidades?

Créeme: cuando la muerte venga a romper las ligaduras, como ha roto las que a mí me encadenaban, y cuando un día, que Dios ha fijado y conoce, tu alma venga a este Cielo en que te ha precedido la mía, ese día volverás a ver a aquella que te amaba y que siempre te ama, y encontrarás tu corazón con todas sus ternuras purificadas.

Volverás a verme, pero transfigurado, extático y feliz, no ya esperando la muerte, sino avanzando contigo, que me llevarás de la mano por los senderos nuevos de la luz y de la vida, bebiendo con embriaguez a los pies de Dios un néctar del cual nadie se saciará jamás.

Enjuga tu llanto y no llores si me amas.

2 dic 2011

Mira la Estrella e invoca a María!

Si se levanta la tempestad de las tentaciones,
si caes en el escollo de las tristezas,
eleva tus ojos a la Estrella del Mar:
¡invoca a María!.


Si te golpean las olas de la soberbia,
de la maledicencia, de la envidia,
mira a la Estrella,
¡invoca a María!


Si la cólera, la avaricia,
la sensualidad de tus sentidos
quieren hundir la barca de tu espíritu,
que tus ojos vayan a esa estrella:
¡invoca a María!



Si ante el recuerdo desconsolador
de tus muchos pecados y de la severidad de Dios,
si sientes ir hacia el abismo del desaliento o de la desesperación,
lánzale una mirada a la estrella, e invoca a la Madre de Dios.

En medio de tus peligros, de tus angustias,
de tus dudas, piensa en María, invoca a María!
El pensar en Ella y el invocarla,
sean dos cosas que no se aparten nunca
ni de tu corazón ni de tus labios.

Y para estar más seguro de su protección
no te olvides de imitar sus ejemplos.
Siguiéndola no te pierdes en el camino!

¡Implorándola no te desesperarás!
¡Pensando en Ella no te descarriarás!

Si Ella te tiene de la mano no te puedes hundir.
Bajo su manto nada hay que temer.
¡Bajo su guía no habrá cansancio,
y con su favor llegarás felizmente
al puerto de la Patria Celestial!

Amén

1 dic 2011

Oración del abandono en el Padre


Padre, me pongo en tus manos,
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad se cumpla en mí,
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.

Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor
de que soy capaz,
porque te amo.
Y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.


Charles de Foucault

Conoce más sobre el Beato Charles del Foucault:

http://www.corazones.org/santos/carlos_de_foucauld.htm

25 nov 2011

Si quisiéramos, podríamos ser santos


La virtud..., Dios..., la vida interior, ¡qué difícil me parecía vivir eso!
Ahora no es que yo tenga virtud, ni mis conocimientos de Dios y vida de espíritu estén, completamente claros, pero he visto que a eso se llega sin complicaciones, sin retorcimientos, sin aguda filosofía, sin dificultades técnicas. He visto que a Dios se llega precisamente por todo lo contrario. Se le llega a conocer por la simplicidad del corazón y por la sencillez. Un acto de amor no tiene ninguna dificultad... Lo verdaderamente difícil es el querer conocer a Dios escudriñando sus misterios.
Por lo primero llegamos a Dios, por lo segundo no.

Virtud..., ¡ah!, eso es para santos... Algo dificultoso de practicar. Sí, efectivamente..., pero para tener virtud no hace falta estudiar una carrera, ni dedicarse a profundos estudios... Basta el acto simple de querer; basta, a veces, la sencilla voluntad.


¿Por qué, pues, a veces no tenemos virtud? Porque no somos sencillos; porque nos complicamos nuestros deseos; porque todo lo queremos nos lo hace difícil nuestra poca voluntad, que se deja llevar de lo que agrada, de lo cómodo, de lo innecesario y, muchas veces, de las pasiones. No tenemos virtud, no porque sea difícil, sino porque no queremos.
No tenemos paciencia..., porque no queremos.
No tenemos templanza..., porque no queremos.

No tenemos castidad, por lo mismo.

Si quisiéramos seríamos santos..., y es mucho más difícil ser ingeniero, que ser santo.
¡Si tuviéramos fe!

22 nov 2011

Jesús, yo confío en Ti


¿Por qué te confundes y te agitas ante los problemas de la vida?
Cuando hayas hecho todo lo que esté en tus manos para tratar de solucionarlos, déjame el resto a Mí.
Si te abandonas en Mí, todo se resolverá con tranquilidad según mis designios.
No te desesperes, no me dirijas una oración agitada como si quisieras exigirme el cumplimiento de tu deseo.
Cierra los ojos del alma y dime con calma: Jesús, yo confío en Ti.
Evita las preocupaciones y angustias, y los pensamientos sobre lo que pueda suceder después.
No estropees mis planes queriéndome imponer tus ideas. Déjame ser Dios y actuar con libertad.
Abandónate confiadamente en Mí. Reposa en Mí y deja en mis manos tu futuro.
Dime frecuentemente: Jesús, yo confío en Ti.
Y no seas como el paciente que le pide al médico que lo cure pero le sugiere el modo de hacerlo.
Déjate llevar en mis manos.
No tengas miedo… Yo te amo.
Si crees que las cosas empeoraron, o se complican a pesar de tu oración, sigue confiando, cierra los ojos del alma y confía.
Continúa diciéndome a todas horas: Jesús, yo confío en Ti.
Necesito las manos libres para obrar.
No me ates con tus preocupaciones inútiles.
Confía solo en Mí, abandónate en Mí. Así que no te preocupes, echa en Mí todas las angustias y duerme tranquilamente.
Dime siempre: Jesús, yo confío en Ti.
Y verás grandes milagros, te lo prometo por mi amor.

17 nov 2011

Reflexión sobre la cruz, de Edith Stein

La visión del mundo en que vivimos, la necesidad, la miseria y el abismo de la maldad humana sirven para atenuar siempre de nuevo el gozo de la victoria de la luz. La humanidad lucha todavía en el barro y aún es pequeño el rebaño que ha logrado ponerse a salvo en las más altas cimas del monte. La batalla entre Cristo y el Anticristo todavía no se ha dirimido. En esta batalla los seguidores de Cristo tienen su puesto. Y su arma principal es la Cruz.
Nowa Huta - David López Ribes

¿Cómo se puede comprender esto? El peso de la Cruz, que Cristo ha cargado, es la corrupción de la naturaleza humana con todas sus consecuencias de pecado y sufrimiento, con las cuales es castigada la humanidad caída. El regreso de la humanidad liberada al corazón del Padre celeste y el estado de hijos adoptivos es un don gratuito de la gracia, del amor omnimisericordioso. Pero ello no puede suceder a costa de la santidad y justicia divinas. La totalidad de las culpas humanas, desde la primera caída hasta el día del juicio, tiene que ser borrada por una expiación equivalente. Las tres caídas de Cristo bajo el peso de la Cruz corresponden a la triple caída de la humanidad: el pecado original, el rechazo del Redentor por su pueblo elegido y, la apostasía de aquellos que llevan el nombre de cristianos.
El Salvador no está solo en el camino de la Cruz y no son sólo enemigos los que le acosan, sino también hombres que le apoyan:
como modelo de los seguidores de la cruz de todos los tiempos tenemos a la Madre de Dios;
como tipo de aquellos que asumen el peso del sufrimiento impuesto y soportándolo reciben su bendición, tenemos a Simón de Cirene;
como representante de aquellos que aman y se sienten impulsados a servir al Señor esta Verónica.
Cualquiera que a lo largo del tiempo haya aceptado un duro destino en memoria del Salvador sufriente, o haya asumido libremente sobre sí la expiación del pecado, ha expiado, en parte, el inmenso peso de la culpa de la humanidad y ha ayudado con ello al Señor a llevar esta carga; o mejor dicho, es Cristo-Cabeza quien expía el pecado en estos miembros de su cuerpo místico que se ponen a disposición de su obra de redención en cuerpo y alma.
Podemos suponer que el pensamiento en estos fieles que le habrían seguido en el camino del dolor, fortaleció al Salvador en la noche del Monte de los Olivos. Y la fuerza de estos Cargadores de la Cruz viene en su ayuda después de cada caída.
No se trata, pues, de un recuerdo simplemente piadoso de los sufrimientos del Señor cuando alguien desea el sufrimiento. La expiación voluntaria es lo que nos une más profundamente y de un modo real y auténtico con el Señor. Y esa nace de una unión ya existente con Cristo. La naturaleza humana huye del sufrimiento. Y la búsqueda del sufrimiento como satisfacción perversa por el dolor es algo muy distinto de la voluntad de sufrir por expiación. No se trata de una aspiración espiritual, sino de un deseo sensible y no mejor que las otras pasiones, sino mucho peor por ir contra natura.

Sólo puede aspirar a la expiación quien tiene abiertos los ojos del espíritu al sentido sobrenatural de los acontecimientos del mundo; esto resulta posible solo en los hombres en los que habita el Espíritu de Cristo, que como miembros de la Cabeza encuentran en Él la vida, la fuerza, el sentido y la dirección.
Por otro lado la expiación une más íntimamente con Cristo, al igual que una comunidad se siente más íntimamente unida cuando realizan juntos un trabajo, o al igual que los miembros de un cuerpo se unifican cada vez más en el juego orgánico de sus funciones.

Así como el ser-uno con Cristo es nuestra beatitud y el progresar en llegar a ser-uno con Él es nuestra felicidad en la tierra, entonces el amor por la Cruz y la gozosa filiación divina no son contradictorios. Ayudar a Cristo a cargar con la Cruz proporciona una alegría fuerte y pura; y aquellos que pueden y deban, los constructores del Reino de Dios, son los auténticos hijos de Dios. De ahí que la preferencia por el camino de la Cruz no signifique que el Viernes Santo no haya sido superado y la obra de redención consumada.
Solamente los redimidos, los hijos de la gracia, pueden ser portadores de la Cruz de Cristo. El sufrimiento humano recibe fuerza expiatoria solo si está unido al sufrimiento de la cabeza divina. Sufrir y ser felices en el sufrimiento, estar en la tierra, recorrer los sucios y ásperos caminos de esta tierra y, con todo, reinar con Cristo a la derecha del Padre; con los hijos de este mundo reír y llorar; y con los coros de los ángeles cantar ininterrumpidamente alabanzas a Dios: ésta es la vida del cristiano hasta el día en que rompa el alba de la eternidad.

16 nov 2011

Oración a la Divina Misericordia

¡Oh Dios de gran misericordia!, bondad infinita, desde el abismo de su abatimiento, toda la humanidad implora hoy Tu misericordia, Tu compasión, ¡Oh Dios!; y clama con la potente voz de la desdicha.
¡Dios de Benevolencia, no desoigas la oración de este exilio terrenal! ¡Oh señor! Bondad que escapa nuestra comprensión, que conoces nuestra miseria a fondo y sabes que con nuestras fuerzas no podemos elevarnos a Ti, Te lo imploramos: Adelante con Tu gracia y continúa aumentando Tu misericordia en nosotros, para que podamos, fielmente, cumplir Tu santa voluntad, a lo largo de nuestra vida y a la hora de la muerte. Que la omnipotencia de tu misericordia nos escude de las flechas que arrojan los enemigos de nuestra salvación, para que con confianza, como hijos Tuyos, aguardemos la última venida (día que Tú solo sabes). Y esperamos obtener lo que Jesús nos prometió a pesar de nuestra mezquindad.
Porque Jesús es nuestra esperanza: A través de su Corazón misericordioso, como en el Reino de los Cielos.


Oh Dios, cuya Misericordia es infinita y cuyos tesoros de compasión no tienen límites, míranos con Tu favor y aumenta Tu Misericordia dentro de nosotros, para que en nuestras grandes ansiedades no desesperemos, sino que siempre, con gran confianza, nos conformemos con Tu Santa Voluntad, la cual es idéntica con Tu Misericordia, por Nuestro Señor Jesucristo, Rey de Misericordia, quien con Vos y el Espíritu Santo manifiesta Misericordia hacia nosotros por siempre.
Amén.

11 nov 2011

Súplica en el cansancio

Madre, vengo del tumulto de la vida.
El cansancio me invade todo mi ser.
Es tan difícil aceptar con paz todo
lo que sucede alrededor de uno durante
una jornada de trabajo y lucha... Las
cosas en las que habíamos depositado
tanta ilusión, decepcionan...
Las personas a las que queremos entregar
bondad, nos rechazan, Y aquellas otras
a las que acudimos en una necesidad,
intentan sacar provecho.

Por eso vengo a Tí, Oh Madre, porque
dentro de mí camina un niño inseguro,
pero junto a tí me siento fuerte y
confiado. Solo el pensar que tengo una
madre como tú, me dá ánimo. Me siento
apoyado en tu brazo y guiado por tu mano.
De esta manera, puedo con tranquilidad,
retomar el camino.

Renuévame por completo para que consiga ver lo hermoso de la vida.

Levántame para que pueda caminar sin miedo.
Dame tu mano para que acierte siempre con mi camino.

Dame tu bendición, para que mi presencia sea, en medio del mundo, un signo de tu bendición.
Amén.

P. Ignacio Larrañaga

10 nov 2011

Diez certezas en el camino de vivir agradeciendo


1. La serena certeza de que Dios me quiere con locura y siempre.
2. Vivo con el convencimiento de que todo lo puedo en Aquel que me conforta. Es mi sencilla fe.
3. Canto mientras voy de camino, la certeza de que Tú siempre has estado y estás ahí. Lo creo de verdad.
4. Nadie me podrá quitar tu amor, ni el peligro, ni la muerte, ni el dolor, nada. Es mi felicidad.
5. Tú eres lo mejor de mi vida, el seguro contra todos mis pecados y contra todos mis fracasos.
6. Tengo certeza absoluta en tu misericordia, tejida más por tu bondad que por mis cualidades, más de lo Tú me das que de lo que yo te ofrezco.
7. Creo que te atrae más mi barro que mis virtudes. Yo te lo doy todo.
8. No puedo dejar de reconocer que hasta ahora nunca me has fallado. Gracias por esto.
9. Un día descubrí, y estoy convencido de ello, que pones siempre pistas suficientes en el camino. ¿Cómo puedo agradecértelo?
10. El convencimiento más fuerte de mi vida es que cuánta más pobreza descubro en mi, más te lanzas a abrazarme. ¡Qué bueno eres!

9 nov 2011

No tengas miedo


No temas, porque yo estoy contigo,
no te inquietes, porque yo soy tu Dios;

yo te fortalezco y te ayudo,
yo te sostengo con mi mano victoriosa.

Porque yo, el Señor, soy tu Dios,
el que te sostengo de la mano derecha
y te digo: "No temas,
yo vengo en tu ayuda".

Recuerda, hijo, confía en mi
Yo siempre te daré lo mejor.

Isaías, 41, 10  13

7 nov 2011

Oración del convertido


¡Oh Dios, creador de todas las cosas!
Concédeme primero el Don de saber pedirte;
después, el de hacerme digno de ser escuchado,
y, finalmente, el de ser libre.

¡Escucha, escucha, escúchame!, oh Dios mío!,
Padre mío, causa mía, esperanza mía, posesión mía,
honor mío, mi casa, mi patria, mi salud,
mi luz y mi vida.

¡Escucha, escucha, escúchame!
De esa manera tuya, de tan pocos conocida.

Ya solo te amo a ti, solo te sigo a ti,
solo te busco a ti, y solo a ti estoy dispuesto
a servir, por que eres el único, que tiene derecho
a mandar, y a ti solo deseo pertenecer.



Dame órdenes, te lo ruego;
sí, mándame lo que quieras,
pero sáname antes y ábreme mis oídos
para que pueda oír tu voz.

Sana y abre mis ojos para que pueda ver
las indicaciones tu voluntad;
aparta de mí la ignorancia, para que te conozca.

Dime a donde tengo que mirar para verte,
y confío en que cumpliré fielmente
todo lo que me mandes.

Amén.

San Agustín

5 nov 2011

Credo del sufrimiento



CREO en el sufrimiento como en una elección y quiero hacer de cada latido un sí de correspondencia al amor.

CREO que el sacrificio es un telegrama a Dios con respuesta segura de Gracia.

CREO en la misión redentora del sufrimiento. Me acercaré a quien sufre como el relicario que guarda el "Lignunm-crucis" de la Pasión.
Doy un margen de fe al dolor en lo que tiene de poda necesaria y viviré en silencio mi hora de germinación, con la esperanza a punto.

CREO en la función útil de la soledad. Los pantanos se hacen en las afueras, para recoger la fuerza del agua y luego devolverla en luces y energía.

CREO que la acción y sacrificio cristianos se traban como la era y la lumbre de un cirio. Cuanto más pura es una inmolación tanto más resplandeciente su testimonio.

CREO que la inutilidad física revierte en provecho espiritual de todos. El arco iris de la Redención se tensa desde la inmovilidad de un niño hasta la invalidez que dan los clavos de una Cruz.
Daré a Dios los panes y los peces de mi corazón para que ÉL los convierta en milagro de salvación para todos.
Árbol de Dios, con raíces y ramas, viviré con las rodillas atornilladas y las manos metidas en las estrellas, encaramando nuestra savia y porteando hacia abajo la cosecha de la Gracia.

Manuel Lozano Garrido, Lolo

3 nov 2011

Dios existe, yo me lo encontré

André Frossard nació en Francia en 1915. Su padre fue el primer Secretario General del Partido Comunista Francés. André fue educado en un ateísmo total. Encontró la Fe a los veinte años, de un modo sorprendente, en una capilla del Barrio Latino de París, en la que entró ateo buscando a un amigo, y salió minutos más tarde absolutamente convertido.
Así describe lo que sucedió en esos pocos minutos:

Mi mirada pasa de la sombra a la luz, vuelve a la concurrencia sin traer ningún pensamiento, va de los fieles a las religiosas inmóviles, de las religiosas al altar: luego, ignoro por qué, se fija en el segundo cirio que arde a la izquierda de la cruz. No el primero, ni el tercero, el segundo. Entonces se desencadena, bruscamente, la serie de prodigios cuya inexorable violencia va a desmantelar en un instante el ser absurdo que soy y va a traer al mundo, deslumbrado, el niño que jamás he sido.

Antes que nada, me son sugeridas estas palabras: vida espiritual. No me son dichas, no las formo yo mismo, las escucho como si fuesen pronunciadas cerca de mí, en voz baja, por una persona que vería lo que yo no veo aún.
La última sílaba de este preludio murmurado, alcanza apenas en mí la orilla de lo consciente que comienza una avalancha al revés. No digo que el cielo se abre; no se abre, se eleva, se alza de pronto, fulguración silenciosa, de esta insospechada capilla en la que se encontraba milagrosamente incluido. ¿Cómo describir con estas palabras huidizas, que me niegan sus servicios y amenazan con interceptar mis pensamientos para depositarlos en el almacén de las quimeras?

El pintor a quien fuera dado entrever colores desconocidos, ¿con qué los pintaría? Es un cristal indestructible, de una transparencia infinita, de una luminosidad casi insostenible (un grado más me aniquilaría) y más bien azul; un mundo, un mundo distinto de un resplandor y de una densidad que despiden al nuestro a las sombras frágiles de los sueños incompletos.
Él es la realidad, Él es la verdad, la veo desde la ribera oscura donde aún estoy retenido. Hay un orden en el universo, y en su vértice, más allá de este velo de bruma resplandeciente, la evidencia de Dios; la evidencia hecha presencia y la evidencia hecha persona de Aquel mismo a quien yo habría negado un momento antes, a quien los cristianos llaman Padre nuestro, y del que me doy cuenta de que es dulce; con una dulzura semejante a ninguna otra, que no es la cualidad pasiva que se designa a veces con ese nombre, sino una dulzura activa que quiebra, que excede a toda violencia, capaz de hacer que estalle la piedra más dura y, más duro que la piedra, el corazón humano.

Su irrupción desplegada, plenaria, se acompaña de una alegría que no es sino la exultación del salvado, la alegría del náugrafo recogido a tiempo; con la diferencia, sin embargo, de que es en el momento en que soy izado hacia la salvación cuando tomo conciencia del lodo en que, sin saberlo, estaba hundido, y me pregunto, al verme aún con medio cuerpo atrapado por él, cómo he podido vivir allí, respirar allí.
Al mismo tiempo me ha sido dada una nueva familia, que es la Iglesia, que tiene a su cargo conducirme a donde haga falta que vaya; bien entendido que, a pesar de las apariencias, me queda alguna distancia que franquear y que no podría ser abolida más que por la inversión de la gravedad.

Todas estas sensaciones que me esfuerzo por traducir al lenguaje inadecuado de las ideas y de las imágenes son simultáneas, comprendidas unas en otras, y pasados los años no habré agotado el contenido. Todo está dominado por la presencia, más allá y a través de una inmensa asamblea, de Aquel cuyo nombre jamás podría escribir sin que me viniese el temor de herir su ternura, ante Quien tengo la dicha de ser un niño perdonado, que se despierta para saber que todo es regalo”.

Ha sido un momento breve. André sale a la calle con su amigo, que lo observa con preocupación. “¿Pero qué te pasa”? André responde: “Soy católico...” Willemin está atónito. André sigue: “apostólico y romano”. Willemin no comprende qué ha ocurrido, ve los ojos de André desorbitados, misteriosos.
André insiste: Dios existe, y todo es verdad”.

André Frossard
Dios existe, yo me lo encontré

2 nov 2011

Amo para amar


El amor basta por sí solo,
satisface por sí solo y por su propia causa.
Su mérito y su premio se identifican con él mismo.

El amor no requiere
otro motivo fuera de él mismo,
ni tampoco ningún provecho;
su fruto consiste en su misma práctica. 

Amo porque amo, amo para amar. 

Gran cosa es el amor,
con tal que se recurra
a su principio y origen,
con tal que vuelva siempre a su fuente
y emane de sí mismo.


Amar como Dios ama, en el abandono total, hasta el dolor, hasta las lágrimas.

1 nov 2011

¡Sólo Dios!


Qué dulce es vivir así, sólo con Dios dentro del corazón. Qué suavidad tan grande es verse lleno de Dios. Qué fácil debe ser morir así. Mi centro es Dios, y Dios crucificado.
Qué poco cuesta..., mejor dicho, nada cuesta, hacer lo que Él quiere, pues se ama su voluntad, y aun el dolor y el sufrimiento, es paz, pues se sufre por amor.
Sólo Dios llena el alma..., y la llena toda.
Qué bien se vive lejos de los hombres y cerca de Ti... Cuando oigo el ruido que arma el mundo; cuando veo el sol que inunda el campo e ilumina a los pájaros en libertad; cuando me acuerdo de los días felices que transcurrí en mi hogar..., cierro los ojos, los oídos y las voces del recuerdo y digo..., qué feliz es vivir con Cristo... Nada tengo y tengo a Cristo... Nada poseo ni deseo, y poseo y deseo a Cristo... De nada gozo y mi gozo es Cristo.
Y allá adentro en mi corazón, soy absolutamente feliz, aunque ésta no es la palabra que sirve para designar el estado de mi alma.
No me importan las criaturas, si éstas no me llevan a Dios. No quiero libertad, que a Dios no me conduzca. No quiero consuelos, gozos ni placeres, sólo quiero la soledad con Jesús, el amor a la Cruz y las lágrimas de la penitencia.

 Jesús mío, mi dulce amor, no permitas que me aparte de Ti.

Hermano Rafael

31 oct 2011

Me has llamado al desierto

Padre,
Tú que me has llamado al desierto para hablarme al corazón,
Tú, contra quien he luchado y me has vencido,
haz que tenga el valor de dejarme amar por Ti,
de dejarme contemplar por Tu mirada penetrante y creadora.
Ven a mí con el fuego de tu Espíritu Santo.
Configúrame con tu Hijo Jesucristo en los misterios de su historia
de encarnación, muerte y resurrección.
Que me lleve a la frescura de las fuentes
donde descanse mi cansancio y mi dolor.
Que tu Espíritu me inunde de escucha acogedora
como hizo un día en la Virgen Madre María.
Entonces sabré que estoy en Ti y Tú estás en mí con tu Hijo.
Amén ¡Aleluya!

26 oct 2011

Lo que encontré en mi primera misa

Allí estaba yo, de incógnito: un ministro protestante de paisano, deslizándome al fondo de una capilla católica de Milwaukee para presenciar mi primera Misa. Me había llevado hasta allí la curiosidad, y todavía no estaba seguro de que fuera una curiosidad sana. Estudiando los escritos de los primeros cristianos había encontrado incontables referencias a «la liturgia», «la Eucaristía», «el sacrificio». Para aquellos primeros cristianos, la Biblia, el libro que yo amaba por encima de todo, era incomprensible si se la separaba del acontecimiento que los católicos de hoy llamaban « la Misa».
Quería entender a los primeros cristianos; pero no tenía ninguna experiencia de la liturgia. Así que me convencí para ir y ver, como si se tratara de un ejercicio académico, pero prometiéndome continuamente que ni me arrodillaría, ni tomaría parte en ninguna idolatría.

 Me senté en la penumbra, en un banco de la parte de más atrás de aquella cripta. Delante de mí había un buen número de fieles, hombres y mujeres de todas las edades. Me impresionaron sus genuflexiones y su aparente concentración en la oración. Entonces sonó una campana y todos se pusieron de pie mientras el sacerdote aparecía por una puerta junto al altar.

Inseguro de mí mismo, me quedé sentado. Como evangélico calvinista, se me había preparado durante años para creer que la Misa era el mayor sacrilegio que un hombre podría cometer. La Misa, me habían enseñado, era un ritual que pretendía «volver a sacrificar a Jesucristo». Así que permanecería como mero observador. Me quedaría sentado, con mi Biblia abierta junto a mí.

Sin embargo, a medida que avanzaba la Misa, algo me golpeaba. La Biblia ya no estaba junto a mí. Estaba delante de mí: ¡en las palabras de la Misa! Una línea era de Isaías, otra de los Salmos, otra de Pablo. La experiencia fue sobrecogedora. Quería interrumpir a cada momento y gritar: «Eh, ¿puedo explicar en qué sitio de la Escritura sale eso? ¡Esto es fantástico!» Aún mantenía mi posición de observador. Permanecía al margen hasta que oí al sacerdote pronunciar las palabras de la consagración: «Esto es mi Cuerpo... éste es el cáliz de mi Sangre».

Sentí entonces que toda mi duda se esfumaba. Mientras veía al sacerdote alzar la blanca hostia, sentí que surgía de mi corazón una plegaria como un susurro: «¡Señor mío y Dios mío. Realmente eres tú!»
Desde ese momento, era lo que se podría llamar un caso perdido. No podía imaginar mayor emoción que la que habían obrado en mí esas palabras. La experiencia se intensificó un momento después, cuando oí a la comunidad recitar: «Cordero de Dios... Cordero de Dios... Cordero de Dios», y al sacerdote responder: «Éste es el Cordero de Dios...», mientras levantaba la hostia.
En menos de un minuto, la frase «Cordero de Dios» había sonado cuatro veces. Con muchos años de estudio de la Biblia, sabía inmediatamente dónde me encontraba. Estaba en el libro del Apocalipsis, donde a Jesús se le llama Cordero no menos de veintiocho veces en veintidós capítulos. Estaba en la fiesta de bodas que describe San Juan al final del último libro de la Biblia.

Estaba ante el trono celestial, donde Jesús es aclamado eternamente como Cordero. No estaba preparado para esto, sin embargo...: ¡estaba en Misa!

Scott Hahn
La cena del Cordero

23 oct 2011

Oración por la sanación interior


Señor Jesús, Tú has venido a curar los corazones heridos y atribulados,
te ruego que cures los traumas que provocan turbaciones en mi corazón;
te ruego, en especial que cures aquellos que son causa de pecado.
Te pido que entres en mi vida, que me cures de los traumas psíquicos que me han afectado en tierna edad y de aquellas heridas que me los han provocado a lo largo de toda la vida.
Señor Jesús, tú conoces mis problemas, los pongo todos en tu Corazón de Buen Pastor.
Te ruego, en virtud de aquella gran llaga abierta en tu Corazón, que cures las pequeñas heridas que hay en el mío.
Cura las heridas de mis recuerdos, a fin de que nada de cuanto me ha acaecido me haga permanecer en el dolor, en la angustia, en la preocupación.
Cura, Señor, todas esas heridas íntimas que son causa de enfermedades físicas.
Yo te ofrezco mi corazón, acéptalo, Señor, purifícalo y dame los sentimientos de tu Corazón divino. Ayúdame a ser humilde y benigno.
Concédeme, Señor, la curación del dolor que me oprime por la muerte de las personas queridas.

Haz que pueda recuperar la paz y la alegría por la certeza de que Tú eres la Resurrección y la Vida.
Hazme testigo auténtico de tu Resurrección, de tu victoria sobre el pecado y la muerte, de tu presencia viviente entre nosotros.
Amén

Gabriele Amorth

http://www.catholicosonline.com/Gabriel-Amorth-Habla-Un-Exorcista.pdf

17 oct 2011

Un Jesús más


Caminos de luz, de María Tarruella

Corazón de mi Jesús, concédeme que yo me esfuerce hoy en verte en cada persona... para respetarla más, para obedecerla mejor, para quererla más rectamente, para servirla con más gusto..... para perdonarla más generosamente...
y en mi ocupación ... para hacerla en paz y ordenadamente, más por agradarte a Ti que a mí.
Concédeme también parecerme a Ti hoy un poquito más que ayer... en mi buena cara, en mi palabra serena, en mi mirada limpia,...

Si haces esto cada vez que comulgues... y durante el día te preguntas:
Jesús mío, ¿en qué te prometí hoy verte y parecerme a Ti?

... te dispones para que, el día menos pensado, cualquiera de los que te tratan, en vez de llamarte por tu nombre, te llame
..... Jesús.....

y, lo que es mejor, que el ángel de tu guarda, te presente en el cielo con esta consigna:
¡Un Jesús más!!!!

15 oct 2011

¿Qué mandáis hacer de mi?, de Teresa de Jesús

Vuestra soy, para Vos nací,
¿Qué mandáis hacer de mí?

Soberana Majestad,
Eterna sabiduría,
Bondad buena al alma mía,
Dios, alteza, un ser, bondad,
La gran vileza mirad
Que hoy os canta amor así.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Vuestra soy, pues me criasteis;
Vuestra, pues me redimisteis;
Vuestra, pues que me sufristeis;
Vuestra, pues que me llamasteis;
Vuestra, pues me conservasteis;
Vuestra, pues no me perdí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Veis aquí mi corazón,
Yo le pongo en vuestra palma
Mi cuerpo, mi vida y alma,
Mis entrañas y afición;
Dulce Esposo y redención,
Pues por vuestra me ofrecí
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme muerte, dadme vida:
Dad salud o enfermedad,
Honra o deshonra me dad,
Dadme guerra o paz cumplida,
Flaqueza o fuerza a mi vida,
Que a todo digo que sí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Dadme riqueza o pobreza,
Dadme consuelo o desconsuelo,
Dadme alegría o tristeza,
Dadme infierno o dadme cielo,
Vida dulce, sol sin velo,
Pues del todo me rendí.
¿Qué mandáis hacer de mí?

Si queréis que este holgando,
Quiero por amor holgar,
Si me mandáis trabajar,
Morir quiero trabajando.
Decid, dónde, cómo y cuándo.
Decid, dulce Amor, decid.
¿Qué mandáis hacer de mí?