REVELACIÓN, de Carmen Conde
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resucitándome erguida.
Temía vivir sin sueños
y es mi sangre la que grita:
no vas a retroceder,
mantén tu antorcha encendida.
Por si creyera que no,
su voz airada me grita:
que sí, que sí, que ya vas
desbordadamente viva.
Afuera dolores viejos;
se han secado las heridas
de tanto penar a solas
para dejarte vencida.
Canto porque soy dichosa,
en milagro conseguida
junto a la luz de una tarde
que me ha devuelto la vida.
No sé si es la primavera
que se siente ya venida
o es que me ofrece Dios
en vez de espinas, celindas.
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