10 abr 2012

Pascua: Has venido hasta mi, Señor


Has venido hasta mí, Señor,
con la presencia nazarena,
intacta y rumorosa,
en la frondosidad de veinte siglos.
 Tengo en el alma, aún, la redundancia
de una pisada azul
 y en la frente la cándida fruición
de tus labios, cubiertos
con la gala de audiencias infantiles.
A tu anuncio, tan sólo,
se me bruñó de púrpura
la mañana de la monotonía
y el corazón, heraldo, ha encendido
primaveras inéditas.
¿No estás viendo, Señor, mis azahares
punteados de nácar?

               * * *

Te ha traído hasta mí
un camino de blancos milagros volanderos.
Milagro es la infinita distancia, que se quiebra
en el ámbito breve de un círculo nevado.
Milagro es la amplitud minúscula del cáliz,
conteniendo la inmensa torrentera del Gólgota.
Milagro es el trigal, que aprisiona la llama
y le ciñe corona de orfebrería angélica.
Y es milagro, Señor, este vuelo invisible
de unas alas de fuego, que al posar fortalecen;
que al quemar, vivifican; que al herir, transfiguran.
                           * * *
Todo ahora es divino, Señor, por tu presencia.
Tus dardos purifican mi eterna encrucijada,
roja flor escarlata alegra mi erial,
tu viento impetuoso
tensa la arboladura de nuevas ilusiones,
y una quilla impalpable me ensancha derroteros.
Brilla en razón de Ti la gracia de las cosas
y al alma la estremece tu ingénita belleza.
Porque tus pies de lirio
están, por mis dolores, en Cruz aprisionados.
Yo sé que amar es ir
sembrando por la vida, gozoso, el corazón.
Porque tus manos puras
nacieron para amar y sangrar traspasadas,
yo quiero, hasta que expire,
que a las mías las junte total sometimiento.
Porque vienes, Señor,
a mis horas en Cruz con la frente sangrante,
Rabí, que en el minuto de eterno natalicio,
no me falten tus manos,
no me niegues tus pies,
dame un beso en la frente.

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