2 mar 2012

Pedid, Buscad, Llamad...

Estamos acostumbrados a fundamentar nuestra vida en los sentimientos y emociones, porque ellos dulcifican momentáneamente nuestras penas; pero una vez pasado el efecto, la amargura se vuelve más insoportable. Así vivía la samaritana que se encontró con Jesús en el pozo de Sicar, hasta que se encontró confiadamente con Jesús, y cambió.
La oración no se trata de sentimientos ni de peticiones superfluas, sino de dejarse amar por Dios. Esa es la oración eficaz de Abraham: dejarse amar por Dios. Esto significa abandonarse en los designios de Nuestro Padre Dios, sabiendo que Él escribe recto en reglones torcidos.
El camino de la Cuaresma es ante todo de conversión. Es una invitación a que regresemos a la casa del Padre. En cierto modo, se trata de que ya no sea sólo Dios quien tenga que salir a nuestro encuentro, sino que también nosotros le busquemos a Él.

"Pedid y se os dará". En esta Cuaresma podemos acercarnos con plena  confianza a Dios, para presentarle nuestras necesidades, para decirle que no podemos hacer nada sin su ayuda.

 "Buscad y encontraréis". Buscarle a Él, que se esconde detrás del pan y el vino eucarísticos, para alimentarnos; detrás de sus ministros, los sacerdotes, para darnos el perdón de nuestros pecados; detrás del rostro de cada persona, de cada circunstancia de la vida. Cuando nos encontramos con Dios, hacemos la experiencia de la verdadera felicidad.

"Llamad y se os abrirá". Tocar a la puerta de su corazón, con insistencia y sin temor. Porque necesitamos entrar; salir de nosotros mismos, para gozar de la dicha de vivir con Él.

En toda búsqueda hay algo inquietante, misterioso. No se tiene la certeza del éxito. Pero en nuestro caso no es así. Cristo nos promete el éxito y nos asegura que no es muy bueno escondiéndose. Le gusta dejarse encontrar.

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